Hace 22 años, un día cualquiera, sonó el teléfono de casa, un tono, dos, tres…
– ¿Diga?
– Hola, no se si nos conocemos, soy Carlos Fernández-Renau…
Lo cierto es que, personalmente, no nos conocíamos, aunque yo sabía muy bien quien estaba detrás de aquella voz grave que me hablaba al teléfono. Un amigo de Carlos quería un cachorro de Golden Retriever, una raza, por entonces, muy escasa en España a pesar de su popularidad en casi todo el mundo y Carlos, bueno, no, Carlos Fernández-Renau, me llamaba para interesarse por una de mis primeras camadas.
Para mi aquella llamada era como si a un juvenil que juega en campos de tierra le llamase Cristiano Ronaldo para pedirle jugar con él. Yo sabía quien era Carlos. Le había visto muchas veces, desde la primera exposición canina de Murcia, un año antes, en el Campo Municipal de Fútbol José Barnés, en la que trataba de mantener a raya a los curiosos que querían tocar a Pauline mientras Jesús le daba los últimos retoques sobre la mesa. Era, como ha seguido siendo todos estos años, una de las figuras más reconocidas y reconocibles de nuestra cinofilia, ya fuera ganando grupos o exposiciones y apareciendo en las páginas de las, por entonces, abundantes revistas caninas, o juzgando dentro y fuera de nuestras fronteras. En realidad yo, como muchos otros de mi generación, incluso los que nunca se llegaron a acercar al mundo de las exposiciones caninas, conocíamos a Carlos desde antes, cuando con su poblada barba zaresca aparecía en los anuncios de Pal. Ha llovido desde entonces.
Seguramente habríamos terminado conociéndonos, de cualquier manera, aunque sólo fuera por compartir nuestra pasión por los perros y por las exposiciones, pero esa llamada telefónica fue el pistoletazo de salida a una relación que, presumo yo, terminó pronto siendo de amistad.
Mi “hermano” Jorge tenía una Caniche de Carlos y gracias a ello pude conocerle en primera persona en su faceta de criador, observar como examinaba y seleccionaba los cachorros y compartir charlas interminables hablando de perros, líneas de sangre, cruces y aspectos básicos de morfología, estructura, movimiento, tipo, etc… Poder hablar y compartir parte de mi tiempo con Carlos y otros personajes de esta envergadura ha sido, tal vez sin que ellos lo sepan, una parte importante de mi formación cinófila que seguro nunca podré agradecer.
Cuando en 1997 decidí iniciar en solitario la aventura de editar un periódico canino (Perros de Hoy) a la manera del Dog World o el Our Dogs, una de las primeras personas en saberlo fue Carlos y no sólo me deseó suerte, sino que se ofreció a colaborar escribiendo una columna, “Mirando alrededor”, en la que contaba sus experiencias juzgando por todo el mundo.
Me avisó de que tendría que estar muy encima de él para que me enviase los artículos y así lo hice, convirtiéndose entonces las llamadas en algo habitual. Casi siempre esperaba hasta el último minuto y yo aguardaba impaciente a que el fax empezase a escupir aquel rollo de papel térmico con las interesantes historias de Carlos.
22 años han dado para mucho. Conversaciones, alegrías, penas, visitas a la antigua finca “El Zarzoso”, exposiciones y, después, la oportunidad de compartir panel juzgando con Carlos en exposiciones de España y del extranjero. Recuerdo especialmente un fin de semana en la Winner de Estocolmo, cuando él hacía el BIS y, al mismo tiempo, “Dino” (Ch. Del Zarzoso Sálvame from Afterglow) se imponía en los National Championship de Estados Unidos.
No se lo que Carlos piensa, pero yo siempre le he visto, por encima de todo, como criador. Por eso me hago a la idea de su alegría cuando uno de sus perros, o los descendientes de estos, consiguen dejar su impronta en alguna de las exposiciones más importantes del mundo.
En Julio de 2012 tuve el honor de ser el primer español en dar un CC en Inglaterra en una de mis razas, el Golden Retriever. Fue en Leeds, una exposición maravillosa. Una de las tardes, dando una vuelta y charlando con gente junto con mi padrino, Carlos Saevich, nos paramos junto a la mesa en la que Michael Gadsby y Jason Lynn daban los últimos retoques a un cachorro impresionante de Caniche Gigante de color negro. Tenían que entrar al Ring de Honor para competir en los Puppy Stakes que, por supuesto, se terminó llevando de calle aquel perro. Su nombre, si, “Ricky” (Ch. Afterglow Maverick Sabre) hijo de “Dino” y que, desde entonces, empezaría a marcar historia en la raza.
La carrera de Ricky es impresionante. Detallar sus triunfos, dentro y fuera del Reino Unido, resultaría casi aburrido, de tan extenso, pero he tenido la suerte y el privilegio de verle ganar, en directo, en unas cuantas ocasiones.
Dice Andrew Brace que para Frank Sabella “Ricky” es el mejor Caniche Gigante que ha visto nunca. Carlos Saevich confiesa tres cuartos de lo mismo. Yo no he visto tantos perros como ellos. No tengo su experiencia, ni su conocimiento, aunque soy un apasionado de la raza y he tenido la suerte de poner mis manos en unos cuantos ejemplares maravillosos, pero “Ricky” es de esos que, sin duda, consiguen que se te altere la respiración.
Este perro tiene la virtud de cautivar incluso a quienes se declaran poco amigos de la raza, muchas veces sujetos a prejuicios estéticos poco o nada sostenibles.
Todo el mundo tiene virtudes y defectos, qué duda cabe, pero seguro que podemos estar de acuerdo en que una de las virtudes que han demostrado Michael y Jason es el reconocer siempre la importancia que Carlos Fernández-Renau ha tenido para que una maravilla como “Ricky” pueda ser una realidad. Cada vez que “Ricky” consigue un triunfo, Carlos es el primero en glosarlo y felicitar a sus criadores y dueños, pero lo de estos últimos meses ha sido para nota.
En Diciembre fui testigo privilegiado del triunfo de “Ricky” en el Eukanuba World Challenge de Orlando, USA. La puesta en escena fue soberbia, ejemplar, sin poner nunca un pie fuera de sitio, con una conexión perfecta con su handler, Jason, que no necesita hacer aspavientos ni adoptar posturas acrobáticas para mostrar al mundo la calidad de su perro. Su rutina terminó convirtiéndose en familiar para el público, que esperaba y celebraba con euforia la única licencia que “Ricky” se concede en este proceso, cuando después de haber estado concentrado en su labor, a un gesto de Jason hace unos estiramientos que levantan al público de sus asientos.
La victoria de “Ricky” en Florida fue inapelable. Nadie puso un solo “pero.” Apenas dos meses después, “papá Dino” conseguía, para alegría de Carlos, ser Mejor de Sexo Opuesto en Westminster, vencido sólo por la hembra que después ganaría el Grupo Non-Sporting y la Reserva de BIS (Ch. Brighton Lakeridge Encore) pero con la satisfacción de saber que apenas unas horas después de terminar el show del Madison Square Garden, “Ally”, retirada ya de exposiciones, sería cruzada por “Dino” para intentar producir una camada excepcional.
Porque el triunfo de un criador, el triunfo de Carlos Fernández-Renau, no es sólo el ganar en Exposiciones o ver como lo hacen perros criados por él, sino el comprobar que su trabajo deja una impronta imborrable en la raza.
Esa impronta ha sido, más que nunca, evidente en el Crufts de este año. Estuvimos viendo el juicio de los Caniches Gigantes (Estándar, como siempre me corrige Carlos) junto a él, comprobando el respeto y aprecio que tienen por él aficionados y criadores de todo el mundo, pero viendo, además, como un alto porcentaje de los ganadores y colocados en las distintas clases llevaban en sus venas sangre “Zarzoso”.
El resto de la historia ya lo conocen. “Ricky” ganó la raza con autoridad absoluta, pero con la clase y discreción que Jason le transmite. En el Grupo Utility, habiendo otros ejemplares muy interesantes en el “line-up” final, Ken Sinclair no tuvo duda alguna a la hora de elegir su ganador, lo mismo que sucedería el Domingo, cuando las únicas apuestas eran para saber a quien elegiría Jack Bispham para acompañar a Ricky en el pódium de honor.
Ahora empieza una nueva fase. Ricky dejará las exposiciones inglesas, donde ya no le queda nada por ganar, a pesar de su juventud, pero seguro que empezará a cimentar su importancia en la raza, pasando a sus hijos su calidad y su historia.
Para los que lo hemos vivido desde fuera, aunque en la cercanía, la carrera de Ricky ha sido impresionante y este Crufts inolvidable. Para Carlos, sin duda, el haber vivido en primera persona el ascenso de Ricky a la condición de mito ha sido una emoción indescriptible. Normal, en el fondo Ricky no deja de ser “el hijo de Carlos.”