Tras meses de preparación y planificación del viaje, paralelamente al arranque del proyecto Maratón Dog, creación de la asociación, muchas horas, muchos días, conversando con Rafael Fernández de Zafra, moldeando un ilusionante proyecto para llevar la verdadera imagen del perro a la sociedad, desde sus pilares, los niños y los jóvenes, pudimos por fin alcanzar el ansiado momento de llevar a cabo el primer trabajo de campo de Maratón Dog: una aventura que llamamos “Desafío Ártico”, por dos desafíos: 1º el propio esfuerzo del hombre y el perro juntos en un equipo que se necesita el uno a los otros y viceversa y 2º por llevar a los escolares ese espíritu que impregna a nuestra asociación : el respeto por los animales, el respeto por la naturaleza y especialmente por nuestros amigos los perros .
Las presentaciones de la Asociación y el proyecto quedaron atrás, una en Málaga y otra en Madrid, con ilustres padrinos y acompañantes, y agradeciendo a los medios de comunicación la cobertura de ello, entrevistas e impactos en prensa y televisión en más de 50 ocasiones, no es ni la primera ni la más larga expedición al Ártico, y por españoles, como uno de los que nos han ayudado : Ramón Larramendi, uno de los grandes exploradores polares a nivel mundial y un gran aficionado a los perros.
Nuestra expedición quizás es la única que ha ensalzado la figura del perro y lo ha homenajeado, mostrando al perro y al hombre en estado puro a los escolares; ese pretendemos sea nuestro mérito y nuestro logro.
El viaje saliendo de Málaga, haciendo escala en Copenhague, Dinamarca, poco tiene que contar, pero la aventura empieza allí, y es lo que os voy a relatar: Tras embarcar en Air Greenland, rumbo al sur de Groenlandia llego a a Kangerlussuaq, tras cinco horas de vuelo, y piso por primera vez suelo groenlandés, patria del perro de trineo Groenlandés, el Gronlandshund, el perro esquimal de Groenlandia, una de las razas más antiguas del mundo…. Aquellos que acompañaron a la emigración de los hombres de continente a continente por el puente ártico.
Animal reservado e increíblemente austero, adaptado perfectamente a las condiciones climáticas radicales del Ártico, ha hecho posible allí la supervivencia del hombre desde hace miles de años.
Llego allí cargado de ilusiones, imaginando como sería el indómito norte, pues durante el vuelo me hago una idea de las gentes de allí, atentas y amables durante la travesía aérea, rasgos característicos de los pueblos del hielo, lo que he confirmado en sobremanera durante mi viaje, hospitalarios, atentos, agradables y siempre dispuestos a ayudar.
Desde allí partimos en un bimotor, rumbo a Ilulissat, aquí me doy cuenta que comienza el “Desafío Ártico”, voy a sobrevolar Groenlandia de Sur a Norte en este tipo de aeronaves, a baja altura respecto a los vuelos comerciales convencionales, pudiendo apreciar así el país blanco en su verdad dimensión, costeando, empezando a ver los Icebergs….indescriptible. El pequeño aeropuerto de Ilulissat en el que aterrizo para hacer escala, pernoctando allí, me sorprendió que lo único que no tenía hielo era la pista de aterrizaje, que deshielan con un camión proyectando aire caliente sobre el asfalto. El hotel fue todo un espectáculo para mí, no sólo por su decoración a base de pieles de foca, de oso, de cuernos de narvales, de artesanía local, sino porque desde la habitación en la que me instalo, la naturaleza me preparó un recibimiento inesperado: un desfile de Icebergs en el mar del norte, como si celebrabasen mi llegada allí.
Recordé con nostalgia viendo los afilados picos, los grandes bloques cuadrados… de mil formas, a un día grande de la Semana Santa de mi Málaga, con sus nazarenos, sus capirotes y sus majestuosos tronos pasando por la Alameda…
Aquellos Icebergs me recordaron porque Ilulissat es famosa, desde uno de sus glaciares, la naturaleza lanzó el enemigo que hundió al Titanic.
Como buen marino, no me pude resistir a hacer una visita al puerto de la ciudad, blanco sobre azul puro en una paleta increíble de tonalidades, un paseo de media hora para tomar contacto con las cinco mil almas de la pequeña ciudad para impregnarme del día a día, de calles congeladas, de los pocos coches circulando con normalidad, con las gentes en sus quehaceres diarios. Algunos pescadores aparejaban sus barcos, estibando redes a bordo con bloques de hielo, y la bocana del puerto custodiada con una guardia de corps formada por grandes bloques de hielo. El conocer la mar de primera mano y saber lo dura que es y contemplar esta estampa me dio idea el plus que es para estos marineros faenar día a día en tan duras aguas.
Al día siguiente, muy temprano salgo hacia Qaanaaq (Kának lo pronuncian ellos), es el día en que tomé contacto con los perros y empecé. El vuelo me dio otro espectáculo increíble, el ártico empezaba a fracturase en grandes grietas y bloques de hielo, si los Icebergs de Ilulissat, me parecían grandes, cuanto más me acercaba al norte más pequeños se iban quedando.
Previamente hicimos escala en Upernavik para repostar combustible y seguir la singladura hacia el destino final y destino principio, Qaanaaq. Allí aterrizamos, en el pequeño aeropuerto, tras un vuelo que me mostró que me esperaba. Lo recordaré toda la vida, fue un acercamiento increíble desde el aire hacia la aventura en el hielo.
En el pequeño aeropuerto, poca gente y un policía, allí me esperaba uno de los viejos del lugar Hans Jensen, amigo de Ramón Larramendi, que me llevó junto a Paulus Simigaq, me contaba el “dueño del hotel” rimbombante nombre para una casa de madera de unos 8 x 10 metros en una sola planta, pero acogedor y único alojamiento del pueblo, que se veían los narvales en primavera jugando en la bahía. El aspecto sencillo y austero de su exterior custodiaba un gran tesoro, un cráneo de morsa espectacular, un colmillo de narval de mas de 2.60 m, una mandíbula de una orca, guarnecida de grandes dientes, arpones, remos, pieles de foca y oso polar…la decoración típica, sencilla y de grandes raíces con sus tradiciones. Un mapamundi en una de las salas, señalaba con coloridas chinchetas los lugares de donde habían llegado visitantes; gentilmente me indicó que pusiera una en mi ciudad, y con un orgullo que llenó mi pecho, coloqué una sobre Málaga.
En este pequeño gran hotel, que tiene el título de ser el hotel más al norte del mundo, ha llegado al igual que a grandes hoteles de París, Madrid, Milán, Nueva York etc…un oso de DEMO, que me acompaño durante toda la expedición y se quedó allí como mudo testigo del agradecimiento hacia el señor Jensen. El hotel de las sorpresas, no me lo esperaba; salimos a dar un paseo y me encontré con la chiquillería local, los niños que acabando el colegio salían alegres a jugar a la calle a -30 º con sus amigos, me dí cuenta en ese momento cual era la capacidad de adaptación del hombre y cuanto se le debe en estas latitudes al perro, sin el que no hubiese sido posible asentar la vida humana tan al norte, el spitz primigéneo que ayudó a nuestros ancestros a cruzar el mundo helado.
Desde allí Hans, con los gritos y risas de los chavales que se divertían como fondo musical, me llevó a casa de un amigo suyo a tomar café, me presentó a Quillaq Henson, nieto del gran explorador Afroamericano que junto a Robert Peary uno de los grandes explorados norteamericanos, llegó al Polo Norte y lo exploró durante 20 años, y al igual que el anterior tuvo varios hijos con nativas de allí, asistido por perros de la misma raza que los que íbamos a utilizar, se cubrió de gloria al llegar al Círculo Polar Ártico, aunque algunos discuten este hecho.
Impresionante el ver lo que se atesoraba allí, garras de oso polar en la cocina, pieles de bueyes almizcleros, pequeños kayak de piel de de decoración, las pequeñas cabezas talladas en marfil de morsa de Nanok, nombre del sagrado oso polar, que estaban colgadas en muchos lugares de la casa, y un gran gato negro de pelo corto, augur de la buena suerte. Tradicionalmente en muchos países nórdicos un gato negro es augur de buena suerte pues ver al gato que llevaba el barco significaba que la marinería había llegado felizmente a puerto. Me mostró orgulloso el libro de su abuelo, que fue condecorado con la medalla de la National Geographic, la Humblotd, en distinción a sus exploraciones y descubrimientos. Un hombre que se enamoró del Polo Norte y que hablaba el idioma inuit como un nativo. Henson era más esquimal que muchos esquimales.
Tras el agradable y enriquecedor café, salí hacia el supermercado, para aprovisionar el trineo, un comercio grande y de poca variedad, y lo que más me llamó la atención fue que al lado de los lácteos había estanterías llenas de cajas de balas y rifles, que por más seguridad estaban sujetos por una simple brida de plástico, prestos al autoservicio. Mucha conserva, poca fruta y verdura fresca, debido al alto coste de su transporte y poco más; los habitantes de Groenlandia tienen un simpatico dicho: nuestro país es autosuficiente en carne, pescado …y cubitos de hielo.
Tras pertrecharnos del avituallamiento, me dirijo a ver a Paulus, al lugar donde tenía los perros, los perros están en la banquisa, lo que dentro de algunas semanas será el mar, amarrados en grupos de 2 ó tres perros sobre el hielo, retirados del pueblo y al igual que estos había allí varias zonas con diversos grupos de perros de los que conté hasta treinta con los trineos cercanos a ellos, este es el bautismo ártico, esta es la primera vez que camino sobre el océano glaciar ártico congelado.
Antes de llegar vemos una fabrica pequeña. Hans me explica que allí se funden los bloques de hielo que se traen de los Iceberg, para distribuir agua caliente por todo el pueblo, de unos 500 habitantes, ya que de otro modo no puede llegar. Este pueblo estaba más al sur, pero los intereses estratégicos de NorteAmérica les hizo desplazarse hacia allí.
Paulus me recibió de un modo correcto, al principio me pareció reservado y atento, como el carácter de los perros de los que era propietario, se dice que los perros se parecen a los dueños y así es, después al intimar en el viaje, me demostró la bondad, la sonrisa, la preocupación y la hospitalidad que este pueblo tiene con sus visitantes.
Aparejamos el trineo, primero la carga, bien estibada, a fin de lograr un equilibrio entre el peso y volumen para facilitar el tiro de los perros, distribuyéndolo uniformemente a lo largo de la eslora del trineo, donde colocamos comida, sacos de dormir, hornillo de alcohol, picas para el hielo etc…y un sitio preferente para el siempre presente e imprescindible rifle y buena provision de balas sin el que nunca sale un cazador inuit como Paulus ya que él vive exclusivamente de la caza y la pesca como lo han hecho sus ancestros desde tiempos inmemoriales. En nuestro caso lo llevábamos por seguridad, Nanoq en cualquier momento podía hacer acto de presencia y sus visitas no suelen ser de cortesía.
Los perros tenían aseguradas sus raciones de pienso, cargado en la primera capa de la estiba del trineo, en una delicatesen llegada desde muy lejos, varios sacos del producto de alimentación de alta energía Purina Pro Plan Performance, ya que si bien los animales están en esas latitudes acostumbrados a una alimentación mixta de pienso pescado y carne, una de las premisas del viaje era el bienestar de los animales y con esa condición se realizó el pacto de la travesía por la banquisa.
Salimos, una vez engachados los perros en abanico, capitaneados por una hembra que hacía de líder, de color rojo con marcas claras en la cara y en las patas, de hirsuto abrigo, noble y cariñosa, de ojos pequeños, achinados e inteligentes que guiaba el grupo, en la que Paulus tenía depositada toda su confianza y a la que trataba de forma mucho más especial que a los otros, era nuestra estrella polar particular, nuestra “Ulloriaq” para alcanzar el “ avannaa”, el norte con buen pie . El resto del grupo hasta completar los 16 titanes que ha hecho posible esta aventura, me los definió agrupándolos en tres nombres “Avaava”, “Dumpe” y “Qupanuk”, y yo creo que eran por tipo de perro,o algo parecido, pues nos entendíamos principalmente por señas y unas 30 palabras en inglés, su preferida era May be, omnipresente siempre ante mis preguntas, como respuesta adecuada a todo por lo que cariñosamente empecé a llamarle cariñosamente Paulus “Maybe” Pablo Podría Ser…
Las condiciones meteorológicas del día eran muy duras, estuvimos valorando el suspender la salida y aplazarla hasta que amanaise la ventisca helada, andábamos por unos menos 26 grados con una sensación térmica del doble. No estaba mi ánimo en posponer el viaje y ante mi insistencia, el cantineo de los perros felices al estar enganchados y el coraje de Paulus, hombre curtido por los hielos y las jornadas de caza, tal como reflejaba su rostro descubierto nos pusimos en marcha.
La intención era hacer una travesía durante al menos 8 horas, y a las dos horas de encontrarme surcando sobre un trineo el ártico sobre el mar helado, sorteando los primeros iceberg que encontrábamos en el camino paramos para desviarnos pues la tormenta venía aumentando hacia nosotros. Las opciones eran o retornar al pueblo o apurar a los perros para llegar a un refugio, una pequeña cabaña de cazadores a hora y media de allí.
Confiando en la líder, nos ponemos en marcha hacia la segunda opción, en esos momentos pensaba que si todos los días eran así sería casi imposible aguantar en esas condiciones. Paulus también lo creía así; el ártico me recibía esta vez con viento del norte, que cortaba con saña de cuchillo mi cara y mis manos cuando intentaba filmar o hacer alguna foto, pequeños pedazos de hielo que se clavaban en mí, hasta el vaho se helaba y me quemaba en la cara, el Polo Norte me recibía del modo más radical.
La ilusión me hizo superar este obstáculo; no sabe el hombre cuanto puede resistir hasta que se le prueba, fue un camino difícil pero al fin, pudimos llegar al refugio prometido.
El refugio prometido…al llegar me encontré una cabaña de madera de 3 x 3 metros aproximadamente, con el sello de nanoq en la puerta…un gran oso polar había dejado la marca de sus garras en ella, buscando alimento, y un agujero de unos 40 cm. Allí tras amarrar los perros, darles su ración de Pro Plan servida sobre el hielo, que recibieron con alegres aullidos, nos dispusimos a tomar algo, descongelando en el hornillo de alcohol un trozo de hielo. Sobre una tabla alzada sobre el piso, tendimos las pieles de caribú que llevábamos, y los sacos de dormir, para descansar, esperar a que pasara la tormenta y reunir nuevas fuerzas para la jornada que se avecinaba.
La noche ártica es corta, el sol se ponía a las 11 de la noche y amanecía a las 5 de la mañana. Los perros acurrucados sobre el hielo también descansaban agrupados de tres en tres. No es una noche al uso de nuestras latitudes, en ella no falta la luz, se podía hacer vida normal. En esos días faltaba poco para que llegase el mítico sol de media noche. La sensación de paz y quietud, silencio absoluto era increíble.
Pero, aquella noche el Polo nos quiso dar una sorpresa, me llevé la impresión más grande de todo el viaje. Medio dormido, calentado por el hornillo de alcohol, e intentando relajarme de pronto se rompió el silencio con dos grandes golpes en la puerta, sobresaltado me incorporé, recordando que el rifle estaba fuera y desperté a Paulus…… no era Nanoq… entró primero un muchacho que había conocido los perros de Paulus y en uso de la cortesía de aquellas latitudes tomó café, ese café cargado que ellos preparan, mientras el otro custodiaba el trineo para no dejar solos a los perros, único medio de transporte y supervivencia. Tras explicarnos que venían de Siorapalur, de unas jornadas de caza, nuestro destino inmediato y el segundo entrar a tomar café retornando hacía nuestro lugar de partida.
A partir de esta jornada se desarrollaron “con buen tiempo” las siguientes, entre los -20º y los -32º. Se sucedía el paisaje blanco impoluto con tintes de azul y transparencias en el hielo que contrastaban con un límpido cielo. Cada día dormíamos en un lugar distinto, desde en la tienda de campaña sobre el trineo, en una aldea abandonada, en una aldea habitada o en una cabaña refugio de pescadores y cazadores.
El desplazamiento era normalmente sobre el mar helado, el poderoso océano Ártico que nos enseñaba en lontananza increíbles Glaciares (entre ellos el de Verhof algo increíble), grandiosos, monumentales, indescriptibles e infinitos Icebergs a los que no podíamos acercarnos pues ya estaban presentes las primeras grietas del deshielo y cuyas formas, en el gran desierto helado, hacían volar mi imaginación, unas veces monstruosas, otras como la gran esfinge de Egipto, otras como grandes puentes, como elefantes y las formas cambiaban a medida que nos acercábamos a ellos para pasar de largo. Otras veces mi vista se fijaba en las nubes y descubría otras formas que me hacían emprender otro parecido juego… se ha marcado en mí el sonido de los patines de madera sobre el hielo, el trabajo al ser cepillados por el Inuit, las palabras de ánimo continuas de Paulus a los perros….difícil me será encontrar otras sensaciones iguales que embarguen mis sentidos tan en concatenación con la naturaleza.
El sol se colgaba cada mañana del cielo, como si se hubiese congelado al amanecer y le hubiesen dejado allí reposando muchos minutos sobre el horizonte; comenzaba la jornada diaria, enjaezar a los perros, a veces cargar el trineo, una relación estrecha entre dos hombres y su equipo de perros…Paulus, un hombre sencillo y bueno, conocedor del medio en el que se movía, un cazador como sus ancestros, confiaba de modo total en sus perros y especialmente en la líder. Cuando nos teníamos que apear del trineo por el caos de bloques de hielo dispuesto en mil formas o inseguro, para quitar peso al trineo y ayudar a los perros a pasar picando con dos grandes barras de hierro en forma de lanza el hielo, la perra pelirroja era la que dictaba el camino seguro. No mirábamos más, lo más el uno al otro en una confraternización de esfuerzo y supervivencia. Los descansos para comer eran amenizados con gestos, cortas charlas en inglés, muchos “Maybe” y tabaco en todas sus formas, de liar, de pipa, ya liado como cigarros, y café fuerte y muy azucarado….y muchas sonrisas, la dieta del Inuit era pescado seco, pescado crudo congelado que cortaba directamente y comía tal cual a grandes tiras y distintas carnes preparadas en la misma forma, que me ofrecía y compartía conmigo y yo aceptaba gustosamente no sólo como cortesía sino como respeto a tanta amabilidad y preocupación por mí. En nuestra sobria y corta sobremesa yo señalaba los perros y me explicaba cada característica de cada uno de ellos con su idioma y su chapurreo en inglés y preguntaba otras cosas por nuestra curiosa naturaleza humana. Yo rebauticé al equipo, a dos preciosos blancos de orejas pecosas en pelirrojo, iguales, como “los gemelos”, a la líder como la “estrella polar”, el “simpatía” etc… y el simpático “gachas” un fuerte groenlandés de orejas caídas al que le caía algún raspapolvo verval de su dueño si no se esforzaba como el resto del equipo. Se hicieron muy “amigos míos”, al igual que el buen Paulus, a ninguno de ellos olvidaré.
Uno de los días se nos cruzó un cazador en el camino, su tiro era solo de 6 perros, pero el tipo de perro era más pesado que los que nosotros llevábamos y de colores más oscuros, eran más lobunos y primitivos aún que los nuestros y no dudaron en intentar atacarme con grandes gruñidos, siendo pertinentemente calmados y desanimados en su intento por el cazador que compartió café, nuevas y tabaco con nosotros.
De la fauna local pude observar zorros árticos con su pelaje a medio mudar, pintor de color tierra sobre blanco anunciando el pronto deshielo, y muchas huellas de los mismos. Cercanos a los respiraderos algunas focas, y cercanos a los agujeros que se abren en el hielo por estas gentes para pescar, algunos cuervos gritones de reverberante eco, aprovechando las vísceras y despojos de los pescados que junto a estos se acumulaban. Nanoq, el oso polar, no se dejó ver.
Podríamos escribir un detalladado diario, pues cada minuto fue una experiencia dura y memorable, pero fantástica, tal y como le comentaba al secretario de la Asociación, mi amigo Rafael Fernández de Zafra, ser un equipo perros – hombres, y saber que desgraciadamente esta forma de vida se perderá si no ayudamos a su conservación, cuando los Inuit de esta generación desaparezcan.
De vuelta a Qaanaaq, Paulus una vez que paramos para acabar la jornada, se fue solo armado con una gran barra de hierro en forma de pica, hacia unos tótems de piedra que se veían a lo lejos, allí se entregó a un ritual apartando la nieve y golpeándola, tras ello volvió satisfecho, lo contemplé a lo lejos y sentí dentro de mí la sensación de que aquel hombre daba las gracias a la naturaleza por nuestra vuelta….
Por fín en la pequeña ciudad….un buen baño caliente, sensación indescriptible, una cerveza y relax….atrás las expereincias y la dureza del camino. Cansado muy cansado pero muy satisfecho y muy lleno de sensaciones. Las imágenes tomadas, y las más de 4000 fotos no igualarán nunca las que tomaron mis retinas.
Emprendo la vuelta, con algún recuerdo material y muchos dentro de mi mente, risueño ante la idea de ver a mi familia, a mis amigos, a mis perros… y en el aeropuerto, en el pequeño aeropuerto en el fin del mundo, un señor de un grupo de 15. Se fija en el escudo de mi camisa “Ayuntamiento de Málaga”…increíble, otro español en el fin del Mundo!!!!, hacemos las presentaciones de rigor, le cuento lo que hago y sorpresa!!!! forma parte de una expedición de la National Geographic al Polo Norte, y me presenta a la Directora que, sorprendida, se ilusiona con nuestro proyecto para llevar información a los chicos, a los colegios, para formarles en la cultura del perro…me pregunta si voy con más gente y les digo que solo con el Inuit….más sorpresa….quieren seguir en contacto y a la vuelta hablar de nuestra Asociación seriamente.
La despedida del mundo del hielo fue tan bella como el recibimiento, una grandiosa despedida llena de imágenes y monumentos impactantes creados por la salvaje e indómita naturaleza.
Llegada a casa, poco descanso, preparar la rutina y el trabajo diario, la realidad de nuevo….PERO… al escribir esta crónica lo hacemos con dos sueños cumplidos, el de la aventura por supuesto y el de, a la semana siguiente haberle podido ofrecer dos videos y una charla – coloquio a 700 alumnos del colegio de los Olivos de Málaga, satisfacción total por conseguir dos grandes logros y recibir muchas peticiones para acudir a las aulas de toda la España insular y peninsular a explicarle a los chavales las vivencias, la naturaleza, la ayuda del perro al hombre, las razas adecuadas para cada necesidad y utilidad, y por último la tenencia responsable y deberes que tienen los propietarios abarcando desde alimentación hasta higiene.
Estamos preparando un nuevo desafío para el 2016, no sin antes agradecer a las personas que nos han apoyado en este de 2015. Maratón dog forma una gran familia, una gran familia unida por el perro y sin nuestros amigos colaboradores y patrocinadores como a nuestros patrocinadores Purina PRO PLAN y Canon España, a nuestros colaboradores como el Exc. Ayto. de Malaga, Demo artist, Divasa, Óptica Alboraia, a nuestros presidentes de honor don Francisco de la Torre Prados y a doña Carolina Ruiz, a la prensa, a Telmo Aldaz, al restaurante Jose Luis de Madrid, a Alvaro de Marichalar y a los muchos amigos que nos habéis acompañado y ayudado en la puesta en marcha de MARATÓN DOG.
….y a Paulus y a su traílla de 16 perros Groenlandeses … sin los cuales no habría sido posible, mil gracias y ahora a seguir trabajando, en los colegios, en las exposiciones de fotos, en los eventos caninos, en conferencias y reuniones para devolverle al perro algo de lo mucho que nos ha dado.
Texto y Fotos: ©Manuel Calvo Villena