En las últimas semanas, internet y las redes sociales están literalmente incendiadas con los debates acerca de la celebración de la Exposición Mundial Canina de 2019 en Shanghai, de la atribución como «País de Origen» a China sobre las razas tibetanas y, en general, del papel de la FCI en el mundo del perro a nivel mundial.
Uno de los puntos que se han sacado en alguna de estas discusiones es el estado de una raza como el Tibetan Mastiff, con ejemplos gráficos de perros muy exagerados e hipertípicos, con exceso de pieles, de cabeza, malos aplomos, tamaño descomunal, etc,… que, aparentemente, son vendidos en China a precios astronómicos a los caprichosos nuevos ricos del país.
Lo cierto es que, según muchos de los jueces que han ido a juzgar a las exposiciones chinas, este tipo de perros no se ve en los rings, al menos en los de los shows organizados por la China Kennel Union, sociedad canina nacional afiliada a la FCI y que será la responsable de la organización de la Mundial de 2019.
Pero, más allá de todo eso, tal vez sea un buen momento para dejar de mirar la paja en el ojo ajeno y ver la viga en el propio. No se puede acusar a unos de hacer una cosa, pervertir y exagerar determinadas características de una raza, cuando, en realidad, eso mismo es lo que estamos haciendo en todo el mundo desde hace muchos años, especialmente con aquellas razas que se han ido alejando de su funcionalidad original para convertirse en meros animales de compañía.
Este interesante vídeo de Frida Nyberg nos muestra de manera muy gráfica el devenir de algunas de las razas caninas más populares… ¿Es bueno ésto? ¿Es justo?, ¿Lo estamos haciendo bien?, ¿Hacia donde vamos?… muchas son las dudas y las cuestiones que permanecen abiertas.