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Las teorías acerca del origen exacto del Bulldog Francés, como sucede con muchos otros perros, son variadas y, en ocasiones, inconexas, mezclándose hechos contrastados con fabulaciones románticas, algo que no deja de tener un punto conmovedor en la historia de un perro que se ha visto convertido en los últimos años en uno de los más populares en el mundo entero.
Una de las teorías con fundamento más sólido cuenta como artesanos del sector textil procedentes de Inglaterra se trasladaron a Normandía a mitad del siglo XIX huyendo de la tecnología desarrollada en las Islas Británicas en plena Revolución Industrial. Dichos obreros eran casi todos bordadores de los alrededores de Nottingham y llevaban consigo a sus Bulldogs, en general todos de tipo ligero y pequeño tamaño, muy apreciados como mascotas, para su uso en peleas con apuestas de por medio y como controladores de las plagas de roedores en la casa y en el taller.
Fruto de estas cualidades dichos perros se hicieron muy populares también en los pueblos y granjas francesas cercanos a donde los ingleses se habían instalado y pronto empezaron a demandar cachorros y a criar con ellos también. Es muy probable que estos pequeños bulldog llegados al Norte de Francia ya estarían cruzados con algunos tipos de terrier, lo que habría contribuido a disminuir su tamaño y a darles una mayor agilidad y resistencia, además de incrementar su instinto como rateros. Una de las primeras consecuencias de estos cruces con terriers era la recurrente aparición de ejemplares con orejas erguidas, algo que terminaría convirtiéndose en signo distintivo de la raza. Las orejas de murciélago fueron cortadas en un primer momento, pero enseguida se dejaron tal cual crecían, dando a la cabeza del Bulldog Francés la apariencia que le hace inconfundible.
Aunque, tal y como las historias dejan bien a las claras, el origen del Bulldog Frnacés parece evidente que está en Inglaterra, su fama mundial trasciende a principios del siglo XX como algo típicamente parisino por lo que el apellido de “francés”, a pesar de no hacer ninguna gracia a los británicos, fue el que caló en todo el mundo quedando para siempre como nombre de la raza.
A finales del siglo XIX y principios del XX el Bulldog Francés se populariza como perro de compañía en París de las clases más populares: carniceros, camareros y, sobre todo, de las prostitutas, a las que acompañaban en sus cuartillos, durmiendo en pequeños cestos y ataviados con llamativos collares de plumas. Esta imagen fue ampliamente captada y difundida por los artistas de la época que plasmaron al Bulldog Francés en cuadros, carteles, cerámicas, etc… convirtiendo al Frenchie en un icono de la cultura internacional. Colette y Tolouse-Lautrec fueron algunos de sus principales adalides, pero también contaron con admiradores entre las capas más altas de la realeza europea, como el rey de Inglaterra Eduardo VII o la Familia Imperial rusa. Es también conocida la historia de un perro de la raza vendido por la astronómica cifra de setecientos cincuenta dólares de Inglaterra a Estados Unidos y que terminaría sus días en el naufragio del Titanic.
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El Bulldog Francés es un excelente perro de compañía. De naturaleza agradable, es muy simpático y fácil de cuidar, no requiriendo grandes atenciones en circunstancias normales. Entusiasta, juguetón, siempre dispuesto para la acción y el juego, el Bulldog Francés es un perro muy divertido pero, además, no es ruidoso ni mordedor. Es probablemente una de las razas más cómicas que existen, propenso a gestos y actitudes realmente curiosas que le llevan a ser reconocido como un auténtico payaso canino. El Bulldog Francés es extrovertido y muy sociable, llevándose muy bien con los extraños y adorando a su familia, con la que se muestra cercano, dulce y siempre cómplice. Con los demás perros también guarda una relación más que aceptable, aunque a veces puede mostrarse un poco peleón, pero nunca hasta el extremo de convertirse en un problema. Básicamente, el Bulldog Francés es un perro que acepta muy bien la jerarquía que se le marca y si está bien educado y socializado no plantea problema alguno. En cambio, al ser algo cabeza-dura, si se le deja pensar que es él quien ocupa la posición más alta dentro de la casa, entonces se puede volver algo agresivo con otros perros, especialmente si son de su mismo sexo.
Como sucede con muchas razas pequeñas, de las llamadas “de compañía”, el Bulldog Francés tiende a ser tratado como un niño, un eterno bebé que, además, es simpático y divertido y al que se consienten muchas más cosas de las que se debería, derivando casi siempre en problemas de conducta que luego requieren soluciones más costosas y, en ocasiones, muy difíciles de conseguir.
Un Bulldog Francés necesita de un dueño capaz de ostentar un liderazgo sólido, natural y llevado con una cierta flexibilidad, pero sin laxitud. No se debe confundir disciplina con mano dura. Los perros en general y el Bulldog Francés en particular, necesitan y se benefician mucho de las rutinas, de los mátodos de trabajo coherentes y repetitivos que dejen bien claro qué se pide y qué se espera de él, sin dar lugar a malinterpretaciones y a la posibilidad de que el perro elija un camino alternativo, optando por hacer las cosas a su manera.
Todo esto no implica que el Bulldog Francés sea un perro difícil y que no sea apto para propietarios inexpertos. Al contrario, puede resultar ideal como raza de iniciación siempre que se tenga la precaución de buscar el consejo y asesoramiento de personas más experimentadas o el beneficio nunca bien ponderado de acudir a un centro donde poder trabajar en equipo con otras personas y perros, muchos de los cuales estarán en las mismas circunstancias. Compartir la experiencia de la educación de un Frenchie puede ser muy enriquecedor, además de proporcionar puntos de vista que pueden llevar a la solución de muchos pequeños problemas.
Además, el Bulldog Francés no es un animal de lujo, destinado a dormir en una cestita a los pies del sofá y a acompañar a sus dueños a comprar el periódico. En realidad se trata de una raza activa, un deportista con un cuerpo pequeño y fuerte que disfrutará practicando un abanico amplio de actividades, siempre que se adapten a su físico y a sus posibilidades. Hay que tener cierta precaución con el agua ya que debido a su especial conformación algunos ejemplares encuentran serias dificultades para nadar, lo que puede implicar serios riesgos para su vida.
El Bulldog Francés es un perro ideal para familias con niños. Le gusta jugar con ellos y no se cansa nunca de hacerlo. Es paciente, cómplice y colaborador y tan sólo hay que tener cuidado de dar a los pequeños de la casa las indicaciones oportunas acerca de la manera de tratar a su perro y concienciarles de que se trata de un ser vivo, con sentimientos y con unos ciertos derechos que hay que respetar, evitando que lo traten y utilicen como si se tratase de un juguete o un objeto cualquiera.
Por lo general, el Bulldog Francés es un perro limpio al que no le gusta nada la suciedad y es una crueldad mantenerlo confinado en un lugar pequeño y poco higiénico. No es la raza más apropiada para vivir en una perrera ya que le gusta la compañía permanente de su familia, pero se adapta bien a vivir en cualquier parte, sin importar que sea una gran casa de campo o un pequeño apartamento en el centro de la ciudad. Por su comicidad y gracias a la extraordinaria conexión que existe entre la raza y las personas en general, el Bulldog Francés está destacando en los últimos años como un excelente Perro de Terapia que comparte su tiempo y reparte alegría entre niños y ancianos enfermos o en situaciones de necesidad.
Es muy importante reiterar la necesidad de no tratar al Bulldog Francés como si fuera un simple perrito de compañía. Actuar de esa manera puede contribuir a que desarrolle el conocido como Síndrome del Perro Pequeño, con los consiguientes trastornos del comportamiento que pueden suponer verdaderos problemas para la convivencia diaria.
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