[singlepic id=434 w=600 h=450 float=]
El Akita (Inu y Americano) es una raza originaria de la Isla de Honshu, región de Akita, en Japón, donde se ha criado este tipo de spitz de gran tamaño durante siglos para utilizarlo, fundamentalmente, como perro de caza mayor. Está considerado con la categoría de monumento nacional en Japón, donde se le rodea de toda una tradición.
[singlepic id=437 w=600 h=450 float=]
AKITA INU
ORIGEN: Japón
Nº FCI: 255
GRUPO: FCI: Grupo 5, Sección 5 (Spitz asiáticos y razas semejantes) KC: Grupo Utility; AKC: Grupo Working
TALLA: Machos de 64 a 70 cms.; Hembras de 58 a 64 cms.
PESO: De 30 a 50 kilos.
PELO: Corto, duro y con subpelo.
ENERGÍA: Alta
TEMPERAMENTO: Valiente, independiente y orgulloso.
ADAPTABILIDAD: Media/Alta
SOCIABILIDAD: Media/Alta
SALUD: Buena
LONGEVIDAD: Muy alta (12 a 15 años)
UTILIDAD: Compañía, utilidad y guarda.
[singlepic id=438 w=600 h=450 float=]
AKITA AMERICANO
ORIGEN: Japón (Desarrollo: USA)
Nº FCI: 261
GRUPO: FCI: Grupo 5, Sección 5 (Spitz asiáticos y razas semejantes) KC: No reconocido AKC: No reconocido
TALLA: Machos de 66 a 71 cms.; Hembras de 61 a 66 cms.
PESO: No especificado
PELO: Corto, duro y con subpelo.
ENERGÍA: Alta
TEMPERAMENTO: Valiente, vigilante y orgulloso.
ADAPTABILIDAD: Media
SOCIABILIDAD: Media
SALUD: Buena
LONGEVIDAD: Alta (10 a 12 años)
UTILIDAD: Compañía y caza.
[singlepic id=435 w=600 h=450 float=]
HISTORIA Y VARIEDADES
Es muy frecuente que las diferentes razas japonesas reciban el nombre del área geográfica en la que se han desarrollado. Así sucede con el Hokkaido, Kishu, Shiba, Kai, Shikoku y, por supuesto, con el Akita Inu.
Los perros japoneses tienen un temperamento muy especial, asociado con conceptos filosóficos y tradicionales como la espiritualidad, la lealtad, obediencia y valor. De todas las razas japonesas de tipo Spitz, el Akita es el de mayor peso y tamaño, lo que supone también que haya sido utilizado en empresas más peligrosas y contra enemigos más fuertes y fieros que cualquiera de los otros perros. Su apariencia responde a la tipicidad morfológica de los spitzs de la zona, con un manto doble, recto y de buena textura, mirada oriental, orejas triangulares, erectas y proyectadas hacia delante y una característica cola enroscada sobre el dorso.
La historia de las razas caninas está, en muchas ocasiones, repleta de acontecimientos que, aunque tal vez más próximos al mito y la leyenda que a los hechos reales, conforman la tradición de las mismas y explican su arraigo, popularidad y respeto entre los aficionados de distintas partes del mundo. En el caso del Akita Inu, la lealtad es una de sus características más renombradas. Es la protagonista de la historia del Akita Inu más famoso de todos los tiempos. “Chuken Hachiko” había nacido en Odate, al norte de la región de Akita, en 1923, pero se trasladó a Shibuya, cerca de Tokio, cuando tenía dos meses de edad acompañando a su dueño. Pronto Hachiko se hizo famoso por esperar cada día a las puertas de la estación de tren de Shibuya hasta la llegada de su amo y así lo hizo, día tras día, hasta la muerte de aquel. La enternecedora historia de amor y lealtad trascendió al gran público cuando fue publicada en uno de los periódicos más importantes de Japón, el Asahi, lo que provocó una iniciativa popular que llevó a la erección de una estatua de Hachiko frente a la estación de tren en 1934. Idéntica iniciativa se llevaría a cabo en la localidad natal de Hachiko en 1935. Ambas estatuas tuvieron una historia común al ser fundidas durante la Segunda Guerra Mundial para ayudar al ejercito japonés. La estatua de Shibuya fue repuesta en 1947 y la de Odate no lo haría hasta 1987.
A lo largo de los años se han utilizado nombres diversos para denominar a la raza. Según la zona donde se criasen se les llamaba Odate Inu, Nambu Inu o Kazuno Inu, todas ellas localidades de la prefectura de Akita. En cualquier caso, su calidad de perro regional es muy clara desde un principio y no se encuentran ejemplares similares fuera de Akita.
También se les daba un nombre diferente en función de su utilidad. Los perros más urbanos eran utilizados, fundamentalmente, en las tradicionales peleas rituales y se les conocía como Kuwae Inu o Kuriya Inu, en tanto que los perros de campo eran empleados en la caza mayor y se les conocía como Matagi Inu.
Las especiales características del Akita y su especificidad han llevado a algunos estudiosos, como el prestigioso etólogo japonés Toru Uchida, a defender la tesis de que la raza, independientemente de alguna posible influencia posterior, existe como tal de manera natural, sin intervención del hombre.
Para otros está claro que, a pesar del reducido tamaño del archipiélago japonés, la regionalización en el desarrollo de las diferentes razas caninas locales es tan evidente que se puede establecer una división en tres zonas marcadamente distintas: el extremo Norte, el Norte y el Sur.
Los perros del Norte más extremo habrían llegado acompañando a los hombres venidos desde el Continente y se caracterizarían por un pelo denso, más sustancia y la cola curvada sobre el dorso, como es el caso del Akita. Otros perros de esta región y de similares características serían los desaparecidos Nambu, Kouyasu, Liyama y el Gou, más conocido, que habría llegado a Japón procedente de Corea.
Una sucesión de malas cosechas de arroz hacia el siglo III provocó una hambruna que llevó a un florecimiento y mayor dependencia de la pesca y de la caza para procurar la alimentación diaria. De esta manera, los habitantes de la región se harían famosos como expertos cazadores, e incluso los más altos representantes de la nobleza acudirían a Akita para cazar en compañía de los nativos y de sus habilidosos perros que pronto ganarían fama en todo el país. Eran especialmente famosos los Matagi Inu (perros de caza) de la zona de Odate, situada entre ríos y montañas y con un acceso prácticamente imposible durante el invierno. Esta especial geografía produjo, por una parte, un lentísimo desarrollo de la región pero, por otra, propició que sus perros se criasen con gran pureza y atendiendo a unos criterios selectivos muy especiales y determinados.
Hacia el siglo XVII las peleas rituales con perros son cada vez más populares en Japón. Los Shogun, o nobles señores relacionados con la familia imperial, se hacen con ejemplares de Matagi Inu a los que han conocido en sus jornadas de caza y los llevan hasta la región de Tokio para participar en dichas peleas vistiendo sus colores. Este es el segundo de los pilares que afianzan la fama de los perros de Akita, cada vez más populares en todo el país. El tercer pilar sería propiciado por una grave crisis acaecida a finales del siglo XVIII que puso a Japón al borde de la miseria. La escasez de alimentos provocó una situación social muy convulsa y eran habituales los saqueos, pillajes y asesinatos por lo que los dueños de granjas y casas de campo se hicieron con los servicios de perros de guarda que protegiesen sus vidas y sus bienes. En este papel, el Akita Inu volvió a demostrar su capacidad e idoneidad, afianzando así su posición como uno de los perros favoritos en el Imperio del Sol Naciente.
El Akita Americano difiere del japonés en talla, hueso y aspectos externos como la admisión de la máscara negra, prohibida en la variedad original. Todos los países pertenecientes a la FCI consideran al Akita Americano como una raza diferente al Akita Inu original. En los últimos años, también el Kennel Club inglés ha admitido la separación de las razas aunque, en este caso, distinguiendo entre el Akita (tal y como se llama al Akita Americano) y el Akita Japonés. En los Estados Unidos y Canadá, sus respectivas asociaciones caninas más importantes siguen considerando todas las variedades dentro de la misma raza.
Pero la historia del Akita Americano parte de la misma que sus hermanos japoneses, dado que amas tienen un origen común. En Japón, como en muchos otros países, era habitual la celebración de peleas de perros. En su caso, además, el acontecimiento se cubría con toda una parafernalia ritual que daba al deporte una trascendencia mucho mayor. Los perros solían pertenecer a personas importantes y acudían al combate ataviados con los colores y enseñas de sus señores. Las peleas rituales de perros eran mucho más que eso, eran una cuestión de honor.
A principios del siglo XVII se empiezan a utilizar en los combates perros llegados de la Isla de Honshu, en la Región de Akita, a los que se conocía como Matagi Akitas, o perros medianos de Akita para la caza del oso.
A finales del siglo XIX la raz se somete a diferentes cruces buscando aumentar el tamaño, la fuerza y la resistencia de la misma. Se utilizan Tosas y Mastiffs, entre otros, lo que provoca, además de las consecuencias buscadas, que se pierdan algunos rasgos típicamente de spitz. En el año 1908 se acuerda la prohibición oficial de las peleas de perros en Japón, lo que supone un golpe para la raza, aunque se preservó su crianza por motivos culturales y tradicionales, llegando en 1931 a ser declarada Monumento Nacional en base al valor y la apreciación de nueve ejemplares representativos de la misma.
Los años de la Segunda Guerra Mundial fueron terribles en Japón. La mayor parte de las razas caninas fueron destinadas a algún tipo de aprovechamiento para la contienda. Los Akitas, entre otros, eran apreciados por la calidad de su piel para la confección de ropa militar. Los únicos perros que se salvaban del sacrificio eran los Pastores Alemanes, utilizados como perros militares y, tal vez por eso, el reducido grupo de personas que continuaron con la crianza de Akitas, decidieron incluir el cruce con aquellos. En cualquier caso, la raza quedó seriamente diezmada y al término de la guerra el panorama era desolador. No sólo había caído la cabaña de perros de una manera alarmante sino que ahora era posible distinguir tres tipos bien diferenciados de la misma. Por un lado estaban los tradicionales Matagi Akitas, muy pocos, pero aún conservados en un estado de pureza bastante bueno. Por otro, los Akitas de pelea, cruzados con Tosas, Mastiffs e incluso Dogos Alemanes, que se habían seguido utilizando en las peleas clandestinas y , por último, los Akitas cruzados con Pastores Alemanes.
Las distintas veriedades eran conocidas por el nombre de sus lineas de sangre. Se inició un proceso de recuperación y un perro llamado Kongo-go, de la línea Dewa, gozó de una gran popularidad en la época. Tanto fue así que muchos ejemplares de esta línea, perteneciente a la de perros cruzados con Pastores Alemanes y también con influencia de los mastiff, fueron a parar a los Estados Unidos de la mano de militares destacados en el Pacífico.
Muy pronto la raza se hizo popular en los Estados Unidos gracias a su inteligencia y a su capacidad de adaptación, lo que llevó a la fundación del Club de la Raza en el año 1956. La aprobación oficial de la misma por parte del American Kennel Club no se produjo hasta 1972 y la crianza de la misma se mantuvo durante muchos años con total pureza, seleccionando los mejores ejemplares de las líneas ya consideradas americanas y sin influencia en la evolución de la misma de ejemplares de línea o procedencia japonesa, debido a la inexistencia de u reconocimiento mutuo entre el AKC y el Kennel Club de Japón.
De esta manera, a pesar de la existencia de una historia común, larga y muy rica, el Akita Americano se fue desarrollando como una raza genuina y diferente, cuya espectacularidad, temperamento y belleza le llevó a ganar adeptos en tdo el mundo. Tan es así que, en principio, la FCI, dentro de su acuerdo de reconocimiento de los pedigríes emitidos por el AKC, reconocía a los Akitas Americanos como Akitas, pues esta era la denominación con la que venían de los Estados Unidos. La raza se juzgaba conjuntamente con el Akita Inu tradicional y, en muchos países, la popularidad de la variedad americana era tan grande que la japonesa estuvo a punto de desaparecer. La reacción por parte de Japón no se hizo esperar, instando a la FCI, organización de la que el JKC es miembro de pleno derecho, instara a que se tomasen cartas en el asunto. La primera decisión fue la de no reconocer más los Akitas americanos como Akita Inu y durante un breve espacio de tiempo la raza pasó a esta en una situación de falta de reconocimiento oficial. Pero como se trataba de un perro popular, con un nivel de crianza y exposición muy importante en todos los países, además del peso que tenía en otros como el Reino Unido, USA o Canadá, la FCI optó por aceptar la redacción de un nuevo estándar. Primero se denominó a la raza Gran Perro Japonés y se la ubicó dentro del grupo segundo, pues Japón pretendía diferenciarlo tanto de su perro tradicional que no había mejor forma que despojarlo de su denominación de spitz e incluirlo entre las razas de tipo molosoide. Afortunadamente, unos años después se aceptó la denominación por la que la raza había sido conocida siempre en todo el mundo y bajo el nombre de Akita Americano se le volvió a colocar en el grupo 5. Japón exigió, paradójicamente, que se le reconociese como país de origen de la raza, pero la FCI incluyó a los Estados Unidos como país de desarrollo de la misma.
La historia del Akita americano está íntimamente ligada al nombre de una mujer legendaria: Hellen Keller, responsable de la llegada de los primeros Akita Inu a los Estados Unidos. En el año 1937, la señora Keller había emprendido un viaje a lo largo de todo el Japón para profundizar en el conocimiento de su lengua, su historia y sus costumbres. Muy pronto se hizo famosa en un país que vivía momentos políticos muy significativos y que acabarían derivando en su entrada en la Segunda Guerra Mundial.
Hellen Keller era aficionada a los perros y había conocido la leyenda del perro Hachi-Ko, por lo que incluyó en su plan de viaje una extensa visita al distrito de Akita. Allí, quedó impresionada por el valor, la lealtad y la belleza de los hermosos perros locales y expresó su deseo de hacerse con alguno de ellos para llevarlos consigo de vuelta a los Estados Unidos. Un joven oficial de policía, a la sazón criador de Akitas, Ichiro Ogasawara fue la persona elegida para facilitar uno de sus perros a la Keller. Ogasawara pensó que no era apropiado entregarle un perro adulto, tal y como era la primera intención de la americana y le presentó a un cachorro “Kamikaze-Go” que fue del agrado de Mrs. Keller quien lo recogería el 14 de Junio de 1937 con setenta y cinco días de edad y que pasaría a formar parte de la historia de la variedad americana del Akita Inu como una de sus piedras angulares.
[singlepic id=436 w=600 h=450 float=]
TEMPERAMENTO Y UTILIDAD
El Akita es un perro dócil, inteligente y con mucho coraje. No conoce el miedo ni rehuye el enfrentamiento cuando es necesario, pero eso no es óbice para que sea un animal muy cariñoso y afectuoso con su familia. A pesar de todo, no puede decirse que el Akita sea un perro para cualquier tipo de dueño. Es preciso tener una cierta experiencia en el trato con animales y conocer los mecanismos del comportamiento canino para sacar el mejor partido de una raza tan especial. El Akita necesita de un líder consistente que actúe con firmeza, coherencia y confianza. Sólo de esta manera, el Akita se entrega totalmente a su dueño y deja las decisiones en sus manos, siendo el simplemente el ejecutor de sus órdenes. En caso contrario, el Akita se vuelve algo terco y afianza aún más su independencia natural, siendo posible que empiece a tomar sus propias decisiones y que llegue a intentar ocupar un puesto dentro de la pirámide jerárquica familiar que no le corresponde.
Un Akita no sometido a una disciplina adecuada se vuelve posesivo y sobreprotector, desarrollando comportamientos agresivos hacia otros perros y hacia animales de otras especies.
El trabajo de adiestramiento con el Akita debe empezar desde que éste es un cachorro de pocas semanas. El objetivo principal es reforzar los vínculos de lealtad con su dueño y crear unos mecanismos de respuesta automática a sus órdenes. Si se puede controlar toda la actividad diaria del perro este llega a asumir como imprescindible la presencia de su dueño y líder, a quien confía su vida y todo lo que en ella hace. El temperamento y la forma de actuar del Akita Inu está muy en consonancia con las tradiciones culturales de Japón. Los Shogun y los Samurais eran hombres de honor que tenían a su orden a otros quienes depositaban en sus líderes la confianza más alta y les hacían dueños de su propia vida, de idéntica forma a como ellos hacían con el Emperador. De todas maneras, en su corazón latía siempre un guerrero noble, dispuesto a cualquier cosa por defender a los suyos y que podía llegar a transgredir el orden establecido si las circunstancias lo hacían necesario.
Se dice que el perro es el mejor amigo del hombre, pero lo cierto es que los hombres han moldeado a los perros a su imagen y semejanza y atendiendo a sus características y necesidades desde hace milenios, utilizando criterios selectivos entre los que la propia cultura y el carácter de las personas no les son ajenos. Esto explica cómo un perro puede reflejar de manera tan evidente la idiosincrasia y el temperamento tradicional japonés.
Junto con sus habilidades para la caza o su temperamento para la lucha, ambas actividades hoy en práctico desuso en Japón, el Akita es un perro guardián valiente e incorruptible. Tradicionalmente las madres dejaban a sus hijos más pequeños al cuidado de un Akita, lo que da muestra de la confianza y el apego que sentían por sus perros. Evidentemente, la relación entre el Akita y los niños es extraordinaria, pero sólo se debe dejar a los más pequeños de la casa a solas con su perro si este ha sido acostumbrado desde que era un cachorro y, especialmente, teniendo la precaución, por un lado, de no dejar niños desconocidos en su presencia y, por otro, educar a los chavales acerca de la manera de tratar a su perro, conocer sus características y respetar su manera de ser. Un Akita presionado, o sometido a un trato vejatorio puede llegar a revolverse e incluso a morder, con todo lo que ello puede suponer, tratándose de un animal fuerte y potente. Los niños deben aprender de sus padres a tratar al perro como si fueran su líder, produciéndose con él de la misma manera que lo hace el padre, o la persona que ocupe el lugar más destacado de la manada para el perro. El Akita es un perro muy jerárquico y si se le hace entender el orden de manera clara nunca intentará transgredirlo.
El Akita Inu es un perro ideal para familias dinámicas y con cierto conocimiento acerca del trato con perros. Con ellos, se convertirá en un animal de compañía ideal, siempre que, además, se le garantice el ejercicio físico y mental adecuado y diario que necesita. No es fácil trabajar con un Akita. Sus capacidades son muchas, al ser un perro dinámico, inteligente y activo. Puede ser empleado en muy distintas actividades como el Agility, la Caza, deportes de Utilidad, etc… aunque no es la raza más adecuada para otras como la Obediencia ya que tiende a aburrirse con facilidad y es imperativo trazar un programa de adiestramiento muy variado y dinámico que, probablemente, no va en consonancia con el desarrollo repetitivo de los programas y ejercicios de esta disciplina cada vez más popular.
El Akita se adapta razonablemente bien a vivir en cualquier lado. No es el perro urbanita por excelencia ya que necesita de ejercicio diario, no siendo suficiente con los paseos con correa, además de no disfrutar en exceso con la continua afluencia de perros y personas a las que no conoce. No es excesivamente problemático con los vecinos ya que, a pesar de ser capaz de vocalizar y expresar sus sentimientos con una gran variedad de tonos y modulaciones de voz, el Akita no es un perro ladrador. Para lo que si que no sirve es para vivir sólo, aislado, en una perrera o fuera de la vista de su familia durante largas horas. El Akita ha sido seleccionado como perro para la casa desde hace milenios y la presencia de sus referentes más próximos es indispensable para garantizar su salud y equilibrio emocional.
Todo propietario, o potencial propietario, de un Akita debe conocer la raza lo más en profundidad que le sea posible. Sólo desde el conocimiento y el respeto, especialmente por parte de quien debe llevar el mando de una relación que, desde un principio, se plantea en unas premisas de cierta desigualdad, será posible que la misión resulte exitosa, especialmente con una raza tan especial y tan recubierta de misticismo e historia como es al Akita Inu.
La comunicación con el Akita es fundamental a la hora de trabajar en condiciones y sacar de él todo el partido posible. Los humanos cuentan con el lenguaje hablado como baza fundamental de la comunicación, pero el Akita debe emplear todo su cuerpo y diferentes actitudes para comunicar sus estados de ánimo. Los AKitas son muy gesticulantes, empleando su rostro, con muecas de diferente tipo y todo su cuerpo con movimientos y combinaciones de ellos, para expresar que sienten en cada momento, además de ser capaces de modular diferentes sonidos que también transmiten diferentes emociones. Todo ello debe ser interpretado de manera correcta por la persona que trabaja con un perro de la raza, para interactuar correctamente con él y ser capaz de sacar el máximo partido a una raza con tan gran potencial en todos los sentidos.
Por eso, el primer objetivo del guía o propietario de un Akita, antes de empezar a trabajar al perro en un programa determinado de adiestramiento, debe ser establecer un conocimiento mutuo lo más profundo posible. Para ello es ideal toda la etapa de desarrollo, cuando el Akita cachorro y joven desarrolla una empatía hacia aquellas personas con las que convive de manera más cercana y en quienes encuentra sus referentes vitales. El papel del dueño de un Akita durante sus primeros meses de vida es esencial pues debe ser el de lider natural al que el perro seguirá y obedecerá siempre, pero además debe ser también un compañero hábil y perceptivo, capaz de conocer y entender a su perro en toda su extensión y con sus particularidades específicas, unas dadas por su raza y otras fruto de la individualidad que afecta también a los animales y que hace que no todos los ejemplares de una misma raza se comporten siempre de idéntica manera.