Harto

Me despierto hoy leyendo en la versión digital del diario «La Verdad» una noticia en la que se carga, otra vez, contra los propietarios de perros que viven en la ciudad y sus poco cívicas costumbres y hábitos de limpieza.

Estoy absolutamente de acuerdo en que se debe castigar a los guarros y hacer caer sobre ellos el peso de la Ley, en la forma que se estime más oportuna, pero lo que podría ser una llamada de atención para una muestra más y, créanme, es tan sólo eso, de la falta total de educación y civismo que impera entre nuestra ciudadanía (generalizando, claro) se vuelve en argumento en manos de quienes odian (no encuentro otra palabra) a los perros y los ponen otra vez en el disparadero, vertiendo opiniones que, en el mejor de los casos, denotan la estupidez de quien las vierte, su ignorancia y, en otros, desgraciadamente, su falta de humanidad y su maldad.

Me declaro harto de una sociedad que no entiende que los perros están ahí porque nosotros lo hemos decidido, no ahora, sino a lo largo de muchos siglos, utilizándolos a nuestra conveniencia y para nuestra satisfacción y ahora, cuando su función principal pasa a ser la de hacernos compañía, convirtiéndose en los terapeutas más fiables (y baratos) de nuestro tiempo, entonces empezamos a pensar que son una inutilidad, una incomodidad y un problema sanitario, social, de seguridad, etc…

 

Yo no he visto naves más allá de Orión, pero si he visto provectas señoras de aspecto respetabilísimo sacar de lo más hondo y recóndito de su ser, de ese rinconcito en el que guardan el amor por sus nietos y el recuerdo de su difunto marido, un pollo bien amasado con guarnición y todo que arrojan de manera certera sobre la acera que piso yo con mis zapatos o mis perros con sus almohadillas desnudas. Después, una miradita de soslayo para asegurarse de que nadie les ha visto y a seguir camino, como si nada.

Mi veterinario tiene su clínica en el centro de la ciudad, muy próxima a la zona de bares de copas frecuentada por los universitarios. Las mañanas de los Viernes, Sábados y Domingos (a veces también otros días) el olor a pis es insoportable en la mayoría de las esquinas cercanas, en casi todos los vanos de los portales e incluso en más de una ocasión en su propia puerta o en la de otras tiendas.

Vale que haya que quitar los restos de los botellones y algún que otro rastro de vomitona que deja testimonio de lo «divertida» que fue la noche anterior, pero que haya que fregar la vía pública, la puerta de tu negocio, para que no hieda a los meados de los borrachos que pasaron por allí en su periplo copero, es muy fuerte.

Soy aficionado al running… vamos, que me gusta correr, hasta donde me van permitiendo mis cada vez más castigadas rodillas. Cuando le cuento a mi mujer la cantidad de botellas llenas de pis que veo en las cunetas y que son, en su mayoría, enviadas allí desde las cabinas de los camiones o las furgonetas de transporte, simplemente no lo puede creer. De todas maneras, siendo de lo más guarro que puede verse, uno puede encontrarse de todo mientras corre, desde ropa hasta sobras de comida, pasando por todo tipo de restos orgánicos.

¿Han paseado por la ciudad alguna vez después de un día de viento? Es la prueba del nueve de que, como especie, los hombres somos en realidad unos verdaderos cerdos. La cantidad de papeles, envoltorios, bolsas de plástico y un largo etcétera, que emprenden su viaje por nuestras calles y terminan depositándose donde el aire los deja es, simplemente, alucinante. Más de una y más de dos veces he pasado verdadera vergüenza al ver como los extranjeros «admiran» asombrados nuestra fea costumbre de «adornar» las calles.

Ustedes, la mayoría, como yo, frecuentan las exposiciones caninas y, por tanto, los recintos feriales y las gasolineras y áreas de servicio que separan nuestros hogares de ese destino final en el que mostramos nuestros perros o admiramos los de los demás. ¿Conocen alguna experiencia más atroz que la de acceder a un baño público? Las únicas diferencias que encuentro entre un cuarto de baño público y el de mi casa es que el público suele ser mucho más grande y, en el caso de los masculinos, tienen esos urinarios en la pared que se asemejan a un peculiar muro de las lamentaciones…. bueno, hay otra diferencia… en el baño de mi casa se hacen las cosas dentro del báter, ese aparato de forma redondeada, con un recipiente bastante generoso y dotado de un depósito de agua que ayuda a evacuar lo que allí se deposita… En los públicos me he encontrado yo la mierda hasta por las paredes, amén de muchas otras cosas que hacen que, al menos para mi, la visita sea sólo en casos de muy, muy extrema necesidad.

 

Entonces, díganme… ¿Son los perros el problema? ¿Son los perros los culpables de que encontremos sus cacas por las aceras o minando traicioneramente algunas zonas de parques públicos? ¿Son los perros a quienes hay que culpabilizar, perseguir y prohibir para evitarnos el problema?… Pues no. El problema, una vez más, somos nosotros, todos, porque quien más quien menos escupe en la calle, mea en una esquina, tira un papel al suelo, mea fuera de tiesto, pega un moco (o un chicle) debajo de la mesa o de la silla, llena de cáscaras de pipas el suelo del cine, o la acera, tira las cáscaras de las gambas al suelo, etc, etc, etc… Y todo esto ¿cómo se arregla? ¿Cobrando una tasa a los propietarios de perros? ¡Muy bien, señores políticos! Una vez más demuestran que su imbecilidad no tiene límites. ¿Qué se arregla así? ¿Por el hecho de pagar un impuesto, tendremos entonces derecho a que nuestros perros caguen en la calle? Porque se supone que, entonces, estaremos costeando el servicio de limpieza de las mismas… ¡Qué estupidez!

Hace años, durante la campaña electoral que le llevó a la Casa Blanca en 1992, Bill Clinton popularizó una frase para poner en entredicho la política de George Bush padre: «¡Es la economía, estúpido!» Con ella le hacía ver que la mayoría de los problemas de la sociedad americana tenían su base en las políticas económicas del gobierno republicano.

En nuestro caso, la mayoría, para mi todos, de los problemas que acechan a nuestra sociedad tienen su base en una cosa: en la falta de conciencia ciudadana, de moral social, de aprecio por el bien público, de civismo, cooperación, entendimiento y comprensión hacia los derechos de los demás, de conocimiento de nuestra historia y nuestra cultura, de valores… en definitiva, no es culpa de los perros, ni muchísimo menos… ¿me escucha usted, señor político?: ¡ES LA EDUCACIÓN, ESTÚPIDO!

  1. Buenos días.
    Me parece perfecto.
    Siempre hay que buscar un «culpable» en este caso como siempre es el perro,mientras no tengamos conciencia que se trata de un ciudadano mas,con los mismos derechos esto no va a cambiar mientras no cambiemos todos,desde arriba hacia abajo. Un saludo.

  2. Estupendo artículo. Comparto tus palabras totalmente. Si cada padre de este país diera ejemplo ante sus hijos y no les permitiera ensuciar las calles, en unos pocos años se acabaría el problema. Pero como bien has dicho, es cuestión de educación.

  3. Yo vivo en el centro de Madrid frente a un parque precioso, Parque Enrique Tierno Galván y tengo 4 perros. Me canso de pelearme con la gente que no recoge los excrementos de sus perros y por sus contestaciones tengo claro que es una falta de educación de sus amos.

    Siempre les digo » ¿Si tu perro se caga en el salón de tu casa lo recoges ? y cuando contestan y cuando no.. también les digo » Pues esto es el salón de todo el mundo ….asi que recógelo ¡¡»

    Lastima … a veces funciona .. pero a veces no ¡¡

  4. Opino exactamente lo mismo. En este pais predomina la hipocresia….

    A los dueños que no recogen los excrementos hay que decirselo bien alto, nadie les obliga a tener perro…. demuestran poco amor por sus perros, exponiendolos innecesariamente a ojos de los anti-animales.

    Una cosa que me parece que es normal, y aceptada es tirar el cigarrillo al suelo para ser pisado, pero apenas nadie lo recoge del suelo. ¿Nadie ve esto mal? parece ser que no… apenas veo criticas por internet…

  5. Tengo que reconocer que me he partido de risa, lo siento, es que me encanta la manera sarcastica de escribir que tienes jajaja. Pero poniendonos un poco serio tienes toda la razon del mundo, somos muy cerdos, será la educación o serán los genes pero es inaudito que ahora pretendan que paguemos impuestos por cada perro que tenemos porque estan sucias las calles cuando precisamente después de todo lo que vemos, que haya mierda de perro hablando mal es casi lo de menos.
    Muy buen articulo, se te leía enfadao’ 😉

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Zeen is a next generation WordPress theme. It’s powerful, beautifully designed and comes with everything you need to engage your visitors and increase conversions.

Más artículos
¡Inscritos 4151!