La elección de la hembra
Elegir la hembra adecuada, sin importar que sea para empezar la aventura de la crianza canina por primera vez, para continuar una labor ya iniciada o para variar el rumbo tomado, es uno de los grandes dilemas al que todo criador, independientemente de su experiencia, se enfrenta a lo largo de sus años de trayectoria. Intentaremos dar algunas pautas que sirvan, al menos, para tomar las decisiones basadas en un criterio formado.
Evaluar una reproductora
¿Qué hace buena a una hembra reproductora? Antes que nada, su pedigree. No vamos a hacer un tratado de genética, pero conviene recordar que lo que produce una perra es responsabilidad, por encima de su aspecto externo (fenotipo), de aquello que compone su acerbo genético y que viene dado por la influencia de todos sus antepasados (genotipo)
Algo muy parecido sucede con los machos reproductores y por eso es tan importante tener en cuenta el pedigree de los mismos y conocer sus líneas de sangre y la relación con las nuestras a la hora de hacer un cruce, pero ese tema lo tocaremos más adelante.
A la hora de analizar un pedigree y, por lo tanto, conocer la línea de sangre con la que estamos trabajando, es muy importante la experiencia y el conocimiento por parte de quien lo está haciendo. Si usted es un criador con años de bagaje, lo normal es que, no sólo conozca la línea de sangre de su perra sino que, además, sea en gran parte responsable del desarrollo de la misma.
Si no es ese el caso, es de vital importancia contar con el asesoramiento y opinión de personas que puedan darnos una visión exacta no de aquellos ejemplares más relevantes de los que aparecen en las tres o cinco primeras generaciones de nuestra hembra, sino una visión general de la línea, con conocimiento de lo que ha producido, lo que ha aportado a la raza, las virtudes que se han visto reflejadas en dicha línea concreta y, muy importante, también las faltas o problemas que hayan podido aparecer con relativa frecuencia.
Un ejercicio interesante es analizar un pedigree haciendo una lista con los puntos positivos y negativos que sabemos (o nos puedan hacer saber) que la línea produce. Por ejemplo: temperamento, cabeza, pelo, pies y manos, movimiento, salud (ojos, caderas, etc…) y todo aquello que nos pueda resultar de interés. También, en el caso de que la hembra sea fruto de nuestra cría tras varias generaciones o que podamos obtener dicha información del criador de la perra, si su madre, abuelas, etc… produjeron camadas numerosas, prevalencia de machos o hembras, hijos más destacados, cruces más y menos exitosos para poder analizar la correlación con otras líneas, etc…
Una vez que hayamos leído, entendido y estudiado bien el pedigree de nuestra perra y que tengamos todos estos datos adicionales recogidos en una o varias listas, debemos compararlos con lo que vemos ante nosotros, es decir, con esa hembra con la que pretendemos criar, o esa cachorra que estamos pensando en adquirir, analizando sus puntos positivos y negativos en relación a lo que su línea produce. De esta manera, sabremos si nuestra hembra es un producto típico de su línea y, por tanto, responde a lo positivo y negativo que esta produce o, por el contrario, si hay discrepancias en algún punto.
Con todos estos datos, tendremos una idea muy aproximada de aquello que nuestra perra debe producir bien y de qué otros puntos es necesario mejorar, lo que será muy útil a la hora de buscar un macho adecuado.
Siempre intentaremos, en el caso de los criadores establecidos, quedarnos en casa con aquellos ejemplares, hembras en este caso, que además de mantener aquellos puntos positivos por los que nuestra línea, o las líneas con las que estamos trabajando, son conocidas, muestren mejoría en otros puntos más flojos o, en el caso de tener un problema o un Talón de Aquiles contrastado, que sean excepcionalmente buenas en dicho punto. El mismo criterio debe regir la elección de una cachorra que no sea de nuestra casa.
Estaríamos pues contrastando genotipo con fenotipo y esto es algo que debemos hacer también a la hora de elegir un semental, priorizando aquello que buscamos mejorar pero sin olvidar las características distintivas que buscamos mantener.
Volver al principio: elegir una hembra reproductora
Pero tal vez hayamos ido un poco rápido, ya que queríamos establecer un cierto “método” a la hora de elegir una hembra pensando en utilizarla en el futuro como reproductora, así que, volvamos al principio, pero sin olvidar lo que hemos visto en el punto anterior.
En realidad, el análisis del pedigree y de una línea de sangre y su comparación con aquella hembra que estemos pensando en quedarnos, ya sea de una camada propia o ajena, es algo que se debería hacer siempre, incluso por parte de aquellos que se acercan por primera vez al mundo de la cría de perros de raza, aunque para ello tuviesen que contar con el consejo y asesoramiento de alguien experto, ya sea un amigo o un profesional. De hecho, no creo que existan los “agentes caninos” profesionales, pero deberían. Si uno paga por los servicios de un profesional a la hora de adquirir una propiedad, hacer una inversión o iniciar un negocio, si se hiciese lo mismo en esta materia nuestra, muchos ahorrarían tiempo, esfuerzo, disgustos y, también, dinero.
Pero entendiendo que esta figura no existe, mi recomendación, especialmente para los más novatos, es que busquen el consejo y escuchen la opinión de personas con experiencia en la raza que ocupe sus desvelos. Ahora lo difícil es saber a quien dirigirse.
Seguramente será mucho más útil oír a criadores o expositores con muchos años de experiencia, aunque sus carreras no hayan sido extraordinariamente exitosas y siempre que dicha experiencia se traduzca en conocimiento real de la raza, que a otros recién llegados que han visto como su primer perro triunfa en las exposiciones de manera fulgurante. No olvide que lo que realmente importa es conocer “la historia” de esa perra que vamos a adquirir o que nos vamos a quedar. No queremos que nadie nos envuelva de celofán sus propias motos para vendérnoslas por la vía rápida. Buscamos conocimiento y eso sólo puede venir de una relación paralela entre la experiencia de nuestros interlocutores y nuestra propia paciencia.
Tenga en cuenta que su objetivo debe ser permanecer en este loco mundo de los perros por muchos años, por décadas, hasta pasar a ser usted esa figura venerable a la que otros vengan a buscar para pedir consejo. No hay prisa. No se consigue nada de la noche a la mañana. Si es usted primerizo y está deseando tener su primera perra con la que poder hacer cosas interesantes, créame, no se precipite, no deje pasar la oportunidad de ver muchos perros en exposiciones, hablar, preguntar, tomar notas, buscar en internet, leer libros, visitar a criadores y tomarse todo el tiempo necesario hasta hacer una elección que, podrá ser equivocada, pero seguro no será caprichosa o fruto del azar.
Si usted es más veterano y quiere modificar el camino que estaba llevando hasta ahora, tampoco debe tener prisa, a menos que quiera volver a cometer los errores del pasado y tener que empezar de nuevo a la vuelta de unos pocos años, convirtiéndose en esa figura del criador “cíclico” que todos conocemos y que pasa de una línea a otra cada cuatro años, obtiene algunos triunfos y muchas decepciones, hasta que, finalmente, abandona o decide ser el “introductor en España” de una raza tan exótica que le permita ganar siempre sin oposición alguna.
Por último, si usted es un criador veterano, con una línea sólida y una trayectoria tangible, entonces es posible que lea estos consejos sólo a modo de curiosidad o pensando que algo se aprende siempre, pero estoy convencido que las prisas no entrarán en su modo de actuar desde hace mucho tiempo.
Pongámonos pues en situación y pensemos que hemos tenido la paciencia suficiente como para acudir a diversas exposiciones, ver aquello que, en principio, nos gusta, analizarlo escuchando el consejo y la opinión de personas experimentadas, poner lo que tenemos ante nosotros en una perspectiva histórica, conociendo en detalle las líneas y los pedigrees y aquellas cosas buenas y malas que estas producen y que, por supuesto, conocemos la raza que nos ocupa: su estándar, su historia, su evolución y su desarrollo y estado actual en el país o en el lugar que estemos… ¿Mucho trabajo? Es posible, pero sepa que es sólo el principio…
Ahora llega el momento de intentar hacernos con esa perra que nos gusta, en el caso de que no la hayamos criado nosotros, y entonces se plantea un dilema casi eterno:
¿Hembra adulta o cachorra?
No es fácil dar una respuesta, porque las generalidades, en esta materia, funcionan bastante mal. Todo depende de a quién, cómo y cuando vayamos a adquirir esa hembra para empezar, seguir o modificar nuestro programa de cría.
Particularmente siempre he sido un poco receloso a la hora de adquirir una hembra adulta. Si uno hace todo el trabajo previo que hemos detallado anteriormente, lo normal es que termine buscando su perra en un criador de cierta solvencia y que tenga una historia en la raza. Este tipo de criadores, si hacen las cosas bien, no es fácil que se desprendan de una buena hembra (un macho es cosa distinta) con la que poder ellos mismos continuar con su labor de cría. Puede que lo lleguen a hacer por una suma de dinero grosera, pero, en ese caso, me permito sugerirles que se pregunten si de verdad merece la pena gastar una fortuna por una perra para tener unos cachorros, cuando seguramente ese criador se habrá quedado con otra aún mejor.
Perder la cabeza pagando fortunas por un perro es, sencillamente eso, perder la cabeza. Es una de las peores formas de tomar un atajo hacia el abismo.
Y si no es por una cantidad desorbitada de pasta, entonces aún peor. Un buen criador no se deshace de una buena hembra adulta a no ser que tenga una hermana mejor o que la perra en cuestión tenga algún “vicio oculto”. Por tanto, mucho cuidado a la hora de adquirir una hembra adulta y hágalo sólo si existe una confianza absoluta con el criador en cuestión o si hay algún tipo de arreglo conveniente para las dos partes, ya que, en algunas ocasiones, criadores que quieren mantener el número de ejemplares en su casa dentro de unos límites, pueden acceder a vender o ceder en copropiedad alguna perra, incluso adulta, a cambio de mantener ciertos “derechos” sobre ella, sobre todo a la hora de hacer los cruces, seleccionar cachorros, etc… Esto puede que limite un poco su libertad de acción, en un primer momento, pero, en mi opinión, puede ser la única forma de hacerse con una hembra adulta verdaderamente buena y en condiciones de criar en un corto espacio de tiempo.
Adquirir una cachorra tampoco está exento de riesgos. Una vez que todo se ha hecho adecuadamente y hemos seleccionado la camada que nos interesa, debemos ser absolutamente francos con el criador y hacerle saber que nuestra intención es iniciar o continuar con dicha cachorra una línea de cría y, por tanto, es casi seguro que también vayamos a algunas exposiciones con ella. Todo criador responsable querrá ofrecer lo mejor posible a alguien que, en realidad, va a perpetuar el trabajo que ha estado haciendo hasta ahora y será sincero a la hora de valorar los cachorros que tiene y sus posibilidades.
La mayoría de los cachorros se entregan entre las 8 y 10 semanas de vida. A esa edad se pueden ver cosas, pero no se puede predecir el futuro. Partimos de la base de que hemos elegido un criador y una camada con una historia detrás, ya sea por la experiencia del criador o por la solidez de la línea de sangre, algo que no tiene por qué ir siempre unido. Por tanto, aún en el caso de que nuestra cachorra, en el futuro, no sea la supercampeona que todos deseamos, al menos estamos seguros de que será una buena hembra, un ejemplar excelente de su raza, con un buen fenotipo pero, sobre todo, con un extraordinario genotipo, siempre, claro está, desde nuestras preferencias y punto de vista.
Además de no poder saber con exactitud como será en el futuro nuestra cachorra, debemos ser conscientes de que los primeros 8 a 12 meses de vida de un perro son un verdadero deporte de riesgo. Podemos vernos frente a situaciones desagradables, más o menos graves, que vayan desde un mal cambio de boca a la aparición de una anomalía articular (displasia de cadera, problemas de rodilla, etc…) pasando por enfermedades durante el periodo de desarrollo que pueden ser veniales, dejar secuelas severas o, incluso, ser mortales.
Tal vez la mejor opción, cuando uno quiere hacerse con una hembra (también sirve para un macho) de cría, sea adquirir un ejemplar joven, entre 6 y 12 meses de edad, que haya completado su proceso de vacunación, que tenga la boca cambiada y que ya deje ver la estructura y el temperamento que mantendrá durante toda la vida. No es fácil encontrar cachorros/jóvenes de esta edad disponibles y la mayoría de las veces se trata de los descartes (como aquellos de Mary Rosslin Williams) de criadores que aguantan dos o más individuos de una camada para después elegir la más prometedora. Como dijimos en el caso de las hembras adultas, se estaría usted haciendo con una hembra “descartada” por un criador, pero, a diferencia de lo que sucedía con las mayores, en este caso sigue siendo una apuesta de futuro, ya que, a pesar de todo, a esta edad los perros están aún “por terminar” y siempre será mejor tener lo segundo mejor que lo primero peor, además de, por supuesto, adquirirla por un precio que será sensiblemente menor al de una hembra adulta.
Conclusiones:
- Estudiar los pedigrees, conocer las líneas
- Apuntar puntos fuertes y débiles de la línea (genotipo) y compararlos con la hembra (fenotipo)
- Buscar opinión y consejo de personas veteranas conocedoras de la raza y las diferentes líneas de sangre.
- Tener paciencia. Mucha. No tener prisa. Ninguna.
- Elegir camadas de líneas sólidas, consolidadas, “trazables”.
- Intentar adquirir cachorros/jóvenes entre 6 y 12 meses o excelentes cachorros. Excepcionalmente hembras adultas.