Si su caso entra dentro de los parámetros normales, o más habituales, la hembra con la que está pensando en tener una camada estará en su casa desde cachorra, ya sea criada por usted o adquirida a otro criador.
¿Cuándo criar?
Es lógico pensar que su desarrollo se ha producido de manera adecuada, siendo una perra sana, equilibrada y que cubre las expectativas que uno debe marcarse como punto de partida en cualquier plan de cría. Obviamente, nuestra hembra debe ser lo suficientemente madura como para afrontar una camada. En España, la RSCE marca como edad mínima la de 1 año y máxima la de 9.
La edad mínima suele coincidir en otros muchos países, aunque debe quedar claro que un año de edad, en la mayor parte de los casos, no es suficiente como para considerar madura para criar a una perra.
El desarrollo y la maduración varían mucho entre razas, e incluso dentro de una misma, entre individuos. Por esa razón, muchos Clubs de raza fijan unos plazos algo más razonables, alargando la edad mínima hasta los dieciocho meses o, alternativamente, el tercer celo de la perra, cosa que, habitualmente, no se da nunca antes de esa edad.
Si tuviéramos que establecer un momento idóneo para una primera camada, podríamos situarlo entre los 18 y los 30 meses de edad (1’5 a 2’5 años) Es importante no retrasar mucho esa primera vez, si pretendemos criar con nuestra perra. Ser madre primípara a partir de los 4 años puede producir un aumento de ciertos riesgos, además de afectar, en la mayoría de los casos, al vigor reproductivo y a la vitalidad de los cachorros. De todas formas, actualmente, al igual que sucede en reproducción humana, se dan casos de madres primigenias de mayor edad y que, al haber tenido los cuidados y alimentación adecuados, no tienen mayor dificultad durante el proceso.
Tal vez el argumento más lógico a la hora de no retrasar demasiado el primer parto de una perra sea el de favorecer su proceso de recuperación, mucho más rápido y llevadero en una hembra joven.
Otro argumento muchas veces esgrimido es el de dar un tiempo para que termine la maduración final de la hembra, cuando se trata de un ejemplar de exposición, propiciando que ese momento de tránsito de joven (o intermedia) hacia adulta, se aproveche para hacer una camada que mantendría a nuestra perra fuera del circuito por unos seis meses, aproximadamente, para después volver más hecha y preparada para seguir con su carrera.
¿Cuántas camadas?
Además de decidir CUANDO criamos con nuestra hembra, otra pregunta importante es CUANTO, es decir, qué número de camadas se puede considerar como adecuado para tener con una misma hembra.
Aquí las respuestas son más variadas y no hay una norma fija o legal establecida, por lo que suele ser motivo de debates entre criadores y aficionados, entrando en juego valores éticos que difieren de unas a otras personas.
Es evidente que, por Naturaleza, las perras están capacitadas para reproducir en cada uno de sus celos y durante muchos años de su vida. A diferencia de lo que sucede con otros animales, especialmente con aquellos que viven en un entorno salvaje, los ciclos reproductivos de las perras no se adaptan a condiciones extremas de supervivencia, como vemos en aquellos animales que sólo están en un momento fértil coincidiendo con la mejor época del año para criar a sus cachorros o que pierden o saltan el celo cuando no se dan las condiciones adecuadas para alimentarlos (periodos de sequía, etc…)
¿Quiere eso decir que podemos criar cada celo con nuestra perra hasta que deje de ser fértil?… Bueno, como poder, se puede, aunque no es moralmente ético y tampoco defendible desde el punto de vista de un criador que lo que busca es la mejora de la raza con la que trabaja.
CRIAR cachorros sanos que se convertirán en perros excelentes es un trabajo muy serio y que se debe respetar, para empezar, por los propios criadores. Si queremos tener cachorros vigorosos y que crezcan sin problemas, lo ideal es utilizar para la labor hembras sanas, suficientemente maduras y en su mejor momento. Salvo en circunstancias muy excepcionales, no es recomendable cruzar a una perra en celos consecutivos y, de hacerlo, nunca en más de dos ocasiones seguidas. Las perras necesitan unos meses para recuperarse física y psicológicamente de un parto y un proceso de cría que las habrá tenido, al menos, ocho semanas con sus cachorros. En cuanto al número total de camadas a criar por una hembra, aquí se plantea, de nuevo, un dilema entre la ética y las necesidades del criador.
Lo habitual entre Clubs de Raza y algunas asociaciones caninas es que, si se regula este término, se establezca un número de 3 o 4 camadas como máximo para la vida de una perra. Si hemos esperado para la primera a, por ejemplo, los 2 años de edad y descansamos un celo entre camadas, o, en el caso de hembras que compiten en su especialidad, alguno más en ocasiones, la última camada se produciría entre los 6 o 7 años, tal vez 8, con lo que aún seguiría siendo suficientemente fuerte y sana (en general) pero ya tendría que ir pensando en dejarlo.
De todas formas, la decisión sobre el número de camadas a criar con una hembra nunca debe ser tomado como algo matemáticamente establecido.
Aún así, es imprescindible tener en cuenta que tanto la estipulación de la edad mínima para la cría como la de un número máximo de camadas, se hace con el único fin de proteger a la hembra y velar por su salud e integridad física y mental. Es muy penoso ver a perras aún jóvenes, entre cinco y seis años de edad, que han criado seis o siete camadas de forma consecutiva, quedando esa explotación (porque no se le puede llamar de otra forma) marcada para siempre en su físico, en su salud y, con toda seguridad, en su mente.
¿Repetimos?
El criador serio, responsable, debe hacer una valoración objetiva de la primera camada producida por una hembra. Es de suponer que el macho elegido para la monta no lo ha sido fruto del azar, la cercanía, la amistad con el dueño o un precio económico, por ejemplo. No hemos recurrido a la opción más cercana o más barata, sino que, después de un proceso de estudio e investigación, nos hemos decantado por el perro que, sobre el papel, complementa mejor a nuestra hembra a la hora de seguir nuestro plan de cría establecido.
De la valoración de dicha camada, que no se podrá hacer en las primeras semanas, ni tan siquiera meses, siendo recomendable terminarla una vez que los cachorros son ya perros desarrollados en los que apreciar sus faltas y virtudes (8 a 12 meses, más o menos) extraeremos las conclusiones adecuadas para decidir si merece la pena mantener a nuestra perra en un programa de cría o si es mejor dejarla en casa como perro de compañía.
En mi opinión, las únicas razones que pueden llevar a descartar de una segunda camada a una buena hembra son las relacionadas con su carácter y comportamiento como madre. Si la perra no hace intención de parir, no tiene instinto maternal o incluso muestra una reiterada actitud agresiva hacia sus cachorros, lo mejor es no volver a arriesgarse con ella.
Por el contrario, si hemos tenido una camada que no ha cumplido las expectativas puestas en el cruce, pero se ha criado bien y sin problemas, debemos valorar si lo que falló fue el cruce concreto, en el que intervienen y aportan ambos progenitores, debiendo, por tanto, buscar un perro diferente, muy diferente, para la segunda monta.
A este respecto, Mary Rosslin-Williams, de la que hablamos en el primer capítulo de esta serie, se mostraba contraria a utilizar más de una vez el mismo macho con una hembra determinada. Sus razones, que pueden ser compartidas o no, eran muy lógicas. Nunca criaba más de 3 o 4 camadas con una hembra y era fervorosamente partidaria del line-breeding (de lo que hablaremos en próximos capítulos) Por tanto, consideraba inútil repetir una combinación, ya que, si había dado buenos frutos no se podía asegurar que volviera a hacerlo y, a sensu contrario, algo parecido ocurría si los resultados no habían sido buenos. Además, si mantenía un mismo cruce dentro de su línea cerraba las posibilidades para utilizar en el futuro a esos perros para mantener su programa, pues terminarían siendo excesivamente consanguíneos. Por último, dado que Mary sólo volvía a criar con perras que valían la pena como reproductoras, consideraba que empobrecía su valor y capacidad si no la probaba con diferentes machos para ver lo que estos podían aportar.
La salud también importa
Pero no sólo tenemos que dejar pasar un tiempo (12, 18 meses, más incluso) para afrontar esa primera camada con nuestra hembra. A día de hoy, la cría de perros de pura raza está influenciada por muchas corrientes y costumbres y, entre ellas, tal vez la que ha resultado más útil y beneficiosa, a pesar de rayar en ocasiones en la exageración, es la de los controles de salud y enfermedades hereditarias.
Un criador responsable debe conocer cuales son los problemas de salud más habituales en su raza y los mecanismos con los que cuenta para prevenirlas o ponerles remedio.
Las afecciones más comunes y severas que afectan, en diferente grado, a la vida de nuestros perros, tienen que ver con el aparato locomotor (displasias de cadera o codos), la vista (cataratas, atrofia de retina, glaucoma, etc…), enfermedades neuronales, de corazón, de riñón o hígado u otras relacionadas con piel, alergias, etc…
No basta con saber la lista de enfermedades, sino que el criador debe entender también su forma de transmisión como herramienta imprescindible para la cría.
Para saber si nuestra hembra padece o es portadora de alguna de estas afecciones, se pueden realizar diferentes pruebas que, en el 90% de los casos, se ciñen a exámenes radiográficos para los problemas articulares, exámenes específicos en el caso de los oculares y análisis genéticos para casi la totalidad de las afecciones.
Muchos de estos controles veterinarios requieren de una edad mínima para hacerlos, además de suponer una inversión costosa que, en ocasiones, puede ser baldía si nuestra perra resulta afectada, en una u otra medida, por alguna de estas enfermedades.
Por lo tanto, estos controles de salud, imprescindibles para afrontar una crianza seria y responsable, también pueden retrasar el primer momento reproductivo de nuestra perra, pero nunca debe correrse el riesgo de realizar una primera monta antes de tener toda la información en nuestra mano.
Conclusiones
- Criar sólo con perras sanas y controladas de posibles enfermedades hereditarias
- No repetir montas
- No criar de nuevo con hembras con falta de instinto maternal o comportamiento agresivo hacia los cachorros
- Nunca criar antes de los 12 meses de edad, recomendando que la primera camada sea entre los 18 y los 30 meses
- Tratar de evitar una primera camada después de los 4 años de edad
- No criar con una hembra después de los 8 años de edad
- Limitar las camadas de una hembra a un número razonable (Recomendado un máximo de 4)
- Intentar descansar al menos un celo entre camadas, pero nunca repetir camada más de dos celos seguidos.