No hay espacio suficiente en la web, en todos los libros y revistas del mundo o en cualquier conversación, para reiterar suficientemente la capital importancia de las hembras dentro de un programa de cría. Por algo se suele ponderar a una hembra, o en ocasiones a varias, dándole el calificativo de “fundacional” a la hora de fundamentar la historia de cualquier criador de prestigio. La adecuada selección y el cuidado necesario de las hembras de cría es la clave para el establecimiento de una línea de cría exitosa.
Actualmente, las exposiciones caninas se han convertido en un pasatiempo social, un evento en el que compartir el fin de semana con amigos y disfrutar de la compañía de nuestros perros y, de paso, competir dentro de un ring como si se tratase de un deporte aficionado cualquiera: running, paddel, senderismo, etc… en muchos casos sin tener una verdadera intención de ganar o, en el caso de tenerla, sólo con la idea de que dicho triunfo sea celebrado a nivel personal, más que como un paso dentro de un plan establecido a seguir en la raza con la que nos estemos moviendo.
Es habitual ver una gran cantidad de ejemplares mediocres, en el mejor de los casos, moviéndose de exposición en exposición y, en muchos casos, engordando currículums triunfales, gracias a la generosidad o el desconocimiento de algunos jueces o a la escasa competitividad de algunos eventos. Todo eso está muy bien, siempre que dichos triunfos no sirvan para ser utilizados como excusa o argumento a la hora de justificar la introducción de estos ejemplares, ya sean machos o hembras, dentro de unos programas de cría que, indefectiblemente, están condenados al fracaso y a acelerar la decadencia de las razas caninas puras.
Exigencia
El primer requisito de cualquier criador debe ser la exigencia. Uno debe conocer su raza, estudiar, escuchar, aprender y ser capaz de asumir los baches y los errores que se encuentre por el camino.
En ocasiones oímos a criadores, amigos, e incluso a jueces, valorar a una hembra diciendo que “no vale para show, pero puede ser muy buena para criar”.
Esta afirmación podría ser válida en contadísimas ocasiones. A veces, una extraordinaria perra, por su morfología y temperamento, es decir, una hembra que cumple con excelencia todo lo que marca el estándar racial, puede que no tenga ese punto especial, esa chispa, ese algo intangible que se requiere de un perro de exposición para ser capaz no sólo de imponerse a los demás de su clase o raza, sino incluso para llegar a lo más alto de los pódiums en certámenes de todas las razas.
Pero la falta de ese “extra” no quiere decir que una perra “no valga para exposiciones” pues debemos intentar olvidar que el propósito de estos certámenes es único: ganar, para empezar a entender su verdadera razón: seleccionar.
El criador debe tener la frialdad suficiente como para descartar de su programa a hembras que, pudiendo ser nuestra mascota más querida, no alcancen a dar el nivel de excepcionalidad necesario para seguir adelante.
La cría de perros de pura raza es una escalera en la que únicamente se pueden subir escalones, nunca bajar. En ocasiones es posible tomar un descanso, pasar más tiempo del necesario en un descansillo, sentarse un rato, pero siempre mirando hacia arriba, sabedores incluso de que no se llegará nunca al final de la misma.
Un amigo italiano me hacía la distinción entre los criadores que “aman al perro” y los que “aman la raza”. Los primeros tomarán decisiones de cría fundamentadas en su pasión y relación con los perros como individuos, dejándose llevar por el corazón aún cuando pudieran saber que el camino más correcto debería ser otro.
Los criadores que “aman la raza” son capaces, en cambio, de descartar un individuo para la cría sin importar que sea su ejemplar favorito o de buscar un cruce con un criador al que no darían ni los buenos días, siempre que sea útil para su línea, por ejemplo.
“La Negra” Mary y sus descartes de primavera
Mary Rosslin Williams fue una de las más famosas criadoras de Labrador Retriever en la segunda mitad del siglo XX en Inglaterra. Su criadero Mansergh era especialmente famoso por una línea de hembras negras excepcionales. Mary era una criadora de la vieja escuela, que había conocido la forma de trabajar y la organización de los grandes criaderos, cuando estos solían formar parte de las fincas de ricos, nobles y terratenientes en Gran Bretaña.
Esos conocimientos, unidos a la experiencia, a una personalidad muy especial y a su imposibilidad para tener en casa un número elevado de ejemplares, llevó a Mary a desarrollar un sistema que le garantizó una crianza de éxito durante más de cincuenta años.
Por un lado, nunca tuvo machos en casa. La base de cría de cualquier criadero son las hembras. Si las hembras tienen que ser buenas, excelentes, para garantizar la solidez del criadero, los machos deben ser excepcionales, fuera de serie, algo que ocurre en un contadísimo porcentaje de ocasiones. Así las cosas, acumular machos que no pueden ser aprovechados por el propio criador resulta de todo punto inútil, ya que, con toda seguridad, tampoco serán usados por los demás. Si además contamos con un espacio reducido, los problemas que se pueden provocar en el momento de los celos son todo un clásico que muchos conocemos. En cambio, si en nuestra crianza obtenemos buenos machos que pueden ir a manos de expositores u otros criadores, o ubicarse en familias donde estén controlados y asesorados por los criadores, siempre podrá recurrirse a ellos en caso de ser necesario, amén de tener a nuestra disposición a cualquier buen reproductor en el mundo, gracias en parte a los avances actuales en materia de inseminación, uso de semen refrigerado o congelado, etc…
Por otra parte, y esta es tal vez la más difícil de adoptar por cualquiera, Mary Rosslin Williams nunca quería tener más de un número determinado de hembras, por lo que desarrolló un sistema que ella misma llamaba “los descartes de primavera”.
En Mansergh se procuraba cruzar a las hembras en los celos que coincidían con la primavera o el final del invierno, a fin de tener los cachorros en verano, época mucho más propicia por el clima inglés. De cada camada, después de seguir ciertos pasos y protocolos, se seleccionaba siempre a la mejor cachorra. Nunca había más de dos camadas al mismo tiempo ni se criaba con hembras mayores de cinco años. A la primavera siguiente, cuando las cachorras tenían entre 6 y 10 meses, Mary hacía una selección en la que entraban las nuevas cachorras y todas las hembras del criadero por debajo de cinco años, de forma que, respetando el número de perros que podía tener en casa, todas aquellas que no pasaban el corte, sin importar que fuese una cachorra o alguna de las adultas, se ponían a disposición de otros criadores.
Con este sistema, además de conseguir no aumentar el número de perros en su casa, Mary conseguía, dentro de su criterio, una constante evolución en la calidad media de sus ejemplares. Evidentemente, muchos criadores ingleses, e incluso algunos de otros países, que conocían este sistema, esperaban con ansia los “descartes” de Mansergh pues, en todo caso, se trataba de ejemplares excelentes, algunos de los cuales habían superado varias selecciones en el pasado.
Es cierto que este sistema es difícil de seguir hoy en día, especialmente con la conciencia que impera cada vez más acerca del cuidado y nuestra relación con los animales, pero si puede llevar a conclusiones útiles e interesantes para criadores o futuros criadores:
- Centrar nuestro plan de cría en las hembras.
- Nunca tener más perros de los que se pueden manejar con soltura.
- Criar sólo con las mejores hembras: Si una madre es peor que su hija, seguir criando con la hija y no hacerlo más con la madre, o viceversa.
- Distinguir entre los cachorros de compañía y los ejemplares que irán para otros criadores. Nuestros perros en otras manos también trabajan para nosotros.
Pura Sangre: el ejemplo de los mejores
Como conclusión a este primer artículo, es importante aprender de e imitar a los mejores, a aquellos que tienen más conocimientos, aunque no sean necesariamente criadores de perros. Por su repercusión económica, tal vez donde mejor se desarrollan los programas de cría es en el mundo de los caballos de carreras. Los Pura Sangre ingleses se seleccionan meticulosamente para conseguir potros que puedan ser introducidos en un programa de selección, crianza, competición y reproducción de altísima exigencia y nivel. En el mundo del caballo, los grandes criadores se reconocen por sus líneas maternas. Los sementales utilizados son relativamente pocos y siempre los más excepcionales, pero lo que da prestigio y calidad a un criador es una buena yegua capaz de tener productos ganadores.
Esa filosofía es la que debe tratar de aprender e imitar cualquier criador que “ame la raza” y para ello, debe ser curioso, receptivo, conocer el estándar de su raza, su historia, las diferentes líneas de sangre, los puntos fuertes y débiles de las mismas, mecanismos básicos (o no tanto) de genética y ser capaz de asumir los aciertos y los errores, siempre que estén dentro de un plan preestablecido pero, teniendo como pilar fundamental de su crianza una buena base de hembras reproductoras.